- Siempre viene bien recordar fechas significativas. ¿Por qué no?

Sobre todo a quienes necesitan el día señalado en su agenda para pararse a reflexionar sobre lo conseguido y sobre lo pendiente. Marcar en el calendario días como el 8 de marzo o el 25 de noviembre sirve, en general, para recordar el camino recorrido y el que queda por andar.

Sin embargo, y con independencia de ello hay que continuar avanzando lo que supone que no se puede aparcar el asunto reseñado en el calendario hasta el año que viene. No. Eso sólo pondría de manifiesto que el interés es meramente anecdótico, oportunista e irreal.

Debe existir conciencia social del problema y debe existir compromiso por parte de las administraciones. Y ese compromiso se muestra no sólo llevando algo morado el 25 de noviembre, no. Ese compromiso precisa materializarse a través de recursos con los que ayudar a las víctimas a salir del túnel.

Conozco a varias mujeres que, lamentablemente, han sido víctimas de violencia de género. Ellas, las que se decidieron a salir, eran muy conscientes de lo que iban a afrontar: un largo camino lleno de espinas y en el que lo primero que necesitaban encontrar cuando acudían a denunciar era apoyo (psicológico, social y económico).

Quienes deben materializar y mostrar ese firme apoyo no pueden decir que están contra la violencia de género y, por otro lado, no pronunciarse acerca de los recortes sociales que lleva a cabo el gobierno y que afectan a todas las políticas de igualdad.

Es algo incoherente.

Además, pone de manifiesto que la cuerda siempre se rompe por el lado más débil: preferir meter la tijera a todo lo relacionado con políticas sociales, entre ellas las de igualdad y de lucha contra la violencia de género, y que hace que muchas mujeres vivan sometidas al miedo que sienten, supone, sin lugar a dudas, reafirmar la poca importancia que se da al asunto.

Si a ello le sumamos los recortes en educación, en sanidad o en dependencia (ya que los cuidados que ya no serán soportados por parte de la administración acabarán recayendo en la mayoría de los casos en madres, hijas y en definitiva mujeres familiares de dependientes), todas ellas materias relacionadas de una u otra manera con la igualdad, parece que estamos ante una especie de conspiración de la derecha por retroceder en todo lo referente a igualdad y devolvernos únicamente a atender los fogones de las cocinas (recuerden esa foto de Rajoy en plena campaña, rectificada rápidamente, con mujeres portadoras de…bizcochos!).

El PP pretende con sus recortes que la conciliación de la vida laboral y de la vida personal sea llevada a la práctica a través de la exclusión en el ámbito laboral, a través de la precariedad (y es que las mujeres vamos a la cabeza en los ránkings de los empleos peor pagados además de socialmente desvalorizados), o a costa de los ritmos de vida frenéticos y absolutamente insostenibles de muchas mujeres que deben sacrificarse cada vez más y más por una igualdad que no llega.

Las denuncias por malos tratos continúan creciendo, sin embargo, los recursos para atender a las víctimas decrecen. ¿Es lógico? ¿Es coherente? Eso me planteaba el viernes pasado en la concentración contra la violencia de género (aunque el día internacional contra esta lacra fue ayer) en la que los mismos que están en contra de cualquier tipo de maltrato contra la mujer, cosa que no dudo, son los mismos que apoyan que el gobierno actual recorte en políticas sociales y disminuya los recursos, entre otros, para atender a las víctimas de violencia.