“No se puede dar solución a problemas como el del paro de nuestra ciudad porque es un problema estructural”. Lo mismo piensa de la pobreza. Esa es la opinión del actual portavoz en nombre de todo el gobierno del PP local. El que aparece y desaparece como el guadiana a lo largo de la historia política de Ceuta ha vuelto esta vez decidido a sorprendernos con obviedades, pero sin soluciones (puede que a consecuencia de estar a las puertas de la geriatría política). Y esa es, posiblemente, la clave de por qué seguimos anclados, verso a verso parafraseando al portavoz, año a año, en los mismos males endémicos.

Los problemas estructurales existen, son críticos pero en modo alguno puede decir alguien con responsabilidad política de calado que no tienen solución. Decirlo es reconocer públicamente la propia incompetencia, consciente o inconscientemente. Y la lógica (a la que tanto echamos de menos algunas personas a las que nos gusta la política) debería hacer que cuando uno reconozca que no tiene la solución, dejara paso a otro. La solución tiene que existir y si no, se inventa; pero hay que intentarlo una y otra vez hasta dar con la manera de ir superando los problemas.

También es grave que el gobierno no sea consciente de su lamentable protagonismo en los males estructurales de Ceuta: Ni el paro ni la pobreza han dado tregua y no han dejado de aumentar ni un solo día desde que gobierna el Partido Popular. Ni uno. Y hablamos de más de una década, tiempo más que suficiente para detectar los problemas y empezar a remediarlos.

Si un problema estructural persiste en la sociedad es por la manera en que funciona y está organizado el sistema político que gobierna, es decir, su estructura. Si el desempleo en Ceuta lleva más de diez años excediendo cualquier cifra que pudiera englobarse dentro de lo normal en proporción a la población, está claro que no se han estado haciendo los deberes por parte de quienes mandan y ordenan.

Y evidentemente, esos problemas estructurales que nos azotan sin cesar, son los que llevan y conllevan a la marginación social. La forma de gobernar no ofrece soluciones que se demandan por parte de los que más lo necesitan: Ni empleos, ni viviendas, ni lucha efectiva contra el fracaso escolar. Y si hay algo peor, es que los problemas estructurales producen impactos de largo alcance. Hoy por hoy, nacen niños en el seno de familias en las que nadie tiene un empleo, con todo lo que ello implica. Niños y niñas viven en infraviviendas, con todo lo que también supone. Y niños y niñas cuya formación más básica parece ser ya un privilegio en vez de un derecho.

Esos problemas estructurales que afectan a personas y no a tuberías, son concretos, palpables, aunque casi siempre invisibles para este gobierno. No así para los miles de personas afectadas por ellos y a los que poco importa que la solución llegue invocando a Marx o a Adam Smith, pero que necesitan que llegue.

Cuando azotan grandes males, hay que buscar grandes remedios. Quedarse sólo en el diagnóstico, es de muy mal profesional, sobre todo de quien se considera a sí mismo el más listo entre los listos.