- Cuando salir a manifestarse en estos tiempos debería ser lo normal, convocatoria tras convocatoria, observamos cómo en nuestra ciudad se ha convertido en un acto excepcional.

No lo entiendo.

No entiendo por qué siendo una de las ciudades más golpeadas por las lacras sociales de estos tiempos no nos rebelamos.

¿Es que hemos inhalado el gas de la apatía?

¿Qué tiene que pasar para que reaccionemos?

¿Por qué hemos dejado de creer en la capacidad de influencia del pueblo sobre los que están arriba?

Es como si estuviéramos sedados para que nada nos importe más allá de nuestra propia nariz.

Lo respeto, claro está.

Pero no lo entiendo ni lo comparto.

Salir a la calle a manifestarse no debería significar más que el desacuerdo y el desapego con las políticas austericidas que nos están imponiendo.

Sin complejos.

Sin embargo, la poca cohesión social se muestra manifestación tras manifestación.

A ello hay que sumarle que la izquierda local está separada, escindida. Los unos recelan de los otros y les atacan a la más mínima. La crítica sin fundamento a nuestro grupo parlamentario en vez de a quienes gobiernan no es más que una muestra del sentir de quienes se sienten amenazados. Y sentirse amenazado en vez de ver una posible oportunidad de luchar conjuntamente no es más que el reflejo del ego de algunas personas que temen por sus sillones o posibles sillones más que por el futuro local.

Eso es lo mejor que le puede pasar a la derecha en este pueblo.

Por fortuna son muchas las personas que aun no acudiendo a manifestarse, por diferentes razones, discrepan radicalmente del pensamiento de quienes nos gobiernan y que se empeñan en someternos a más y más recortes aun cuando está demostrado que esa no es la solución. Reducir las políticas sociales nunca lo fue y sólo perjudica a quienes merecen toda la solidaridad y compromiso, la parte de la sociedad que peor lo está pasando y cuyo número aumenta día a día. Incluso algo impensable hace poco como que la pobreza infantil vaya aumentando progresivamente está sucediendo.

Vivimos en un sistema que necesita un cambio de rumbo total y absoluto, Que necesita volver a pensar en el bienestar de la población antes que en el de los bancos. Necesitamos no ser indiferentes ante lo que nos están haciendo quienes mandan. Y necesitamos, cada vez que sea posible, demostrar que no nos da igual.