- Simplemente lo que no se ve.

Pero no es lo mismo que algo sea invisible por sí mismo, a que lo sea por decisión de otras personas.

Lo primero no permite mayor discusión al respecto. Es tan simple como el hecho en sí.

Lo segundo, sin embargo, si merece muchos comentarios, precisiones y matices.

Puedes sentirte invisible como persona, como grupo, como parte de la población, como mujer…

Los motivos que llevan a la invisibilización de algo o alguien también responden a diferentes causas pero hay algo fundamental y común en todas ellas: Se tiende a invisibilizar como actitud defensiva aquello ante lo que algunas personas se sienten amenazadas: un colectivo, unos datos, e incluso a veces, una simple persona, por absurdo que parezca.

Quienes invisibilizan son, lógicamente, quienes tienen el poder, la sartén por el mango. El dominio de cualquier situación o de cualquier persona es una de sus premisas fundamentales, una marca del totalitarismo. Deciden qué, quién, cuándo y cómo puede ser visible.

Siempre ha sido difícil luchar por no ser invisible.

Por no quedar al margen.

Por reivindicar, y por aportar cosas y opiniones diferentes.

Hoy por hoy, lo es aún más.

El totalitarismo ha vuelto en tiempos de democracia intentando restringir las libertades a la vez que reprimiendo tácitamente.

El totalitarismo niega las libertades individuales, la diversidad de opiniones y el libre albedrío.

El totalitarismo ha vuelto y está con todas sus sombras pero habiendo aprendido las sutilezas para no ser tachado como tal en tiempos en los que no debería tener cabida.

El totalitarismo ha vuelto, en diferentes esferas, ansioso por recuperar el pensamiento único a cualquier precio y a cualquier coste: invisibilizando cualquier cosa o persona que pueda interponerse en su camino.