En el mundo son más de 800 millones de personas las que pasan hambre. Ya no sólo quienes habitan en el tercer mundo y que tan lejanos nos parecían sufren por no encontrar qué comer. Cada vez más, miles de familias de esto que llamábamos el primer mundo, se encuentran con que ya no son capaces de proporcionar a sus familias un (¿simple?) plato de comida.

Informes recientes reflejan que cada vez es mayor la distancia entre ricos y pobres en España. Es otro efecto más de la crisis devastadora que vivimos y que azota cruelmente a quienes ya, de entrada, tenían lo justo para afrontar el día a día.

Ayudas que se terminan, contratos que no se renuevan, becas que no se conceden, o hipotecas y alquileres que no pueden ser satisfechos han hecho que quienes subsistían ayer humildemente, tengan hoy que buscar ayuda para cuestiones tan básicas como comer y vestirse.

Aquí, en este rinconcito del mundo, también son muchas, demasiadas, las personas que tienen difícil poner comida en sus mesas, comprar libros o ropa a sus hijos e hijas o pagar el alquiler o la hipoteca.

No son ruidosos, tal vez por eso el gobierno no les oye.

Y como no les oye, les ignora.

Sólo eso puede explicar que la gestión política que se hace desde asuntos sociales no haga esfuerzos por paliar las situaciones desesperadas de esas familias. El apoltronamiento y la comodidad se han adueñado de unos gestores políticos que lejos de estar para solucionar los problemas de la ciudadanía parece demasiado ocupada en arreglar los suyos propios.

¿Qué sería de las personas pobres de Ceuta sin la ayuda de entidades sociales que realizan su encomiable labor de manera altruista? ¿Creen que el gobierno del PP les iba a ayudar a cubrir sus necesidades básicas? Lo dudo mucho, en el equipo de gobierno parecen tener arraigada la idea y el concepto de la asistencia social como algo caritativo, no como algo solidario y de que las personas acuden a los servicios sociales “porque están acostumbradas”…cuando el concepto que se tiene es erróneo e indigno, las soluciones también suelen serlo.

La eliminación o la reducción de la pobreza debe ser algo que ambicionemos entre todas y todos, con independencia de a quién afecte. La implicación política y la capacidad de ponernos en la situación de los que menos tienen (eso que llaman empatía) debe ser la máxima, puesto que las situaciones de pobreza serán difíciles de superar si no es aunando esfuerzos. Pero esos esfuerzos deben ser reales no simples brindis al sol ni declaraciones de intenciones que es a lo que nos tiene acostumbrados este gobierno.

La pobreza empuja a la desesperación, y la desesperación, a veces, empuja incluso hacia la delincuencia.

Ceuta es, afortunadamente, una ciudad solidaria, donde personas anónimas y ong´s se esfuerzan al máximo porque no le falte comida ni ropa a nadie; tenemos muchas familias pobres económicamente hablando, que lo están pasando realmente mal, que sufren interiormente porque a nadie le es grato tener que reconocer este tipo de situaciones, que se sienten impotentes…. y lo peor es que nuestra ciudad es más pobre aún en cuanto al compromiso y la sensibilidad del gobierno que tenemos que lo único a lo que se dedica es a mirar como un pasmarote cómo sufren otras personas.