Estamos en agosto. Vacaciones para muchos. Con un calor insoportable, aunque propio de esta estación (grado más, grado menos). Y sin embargo, en Ceuta se siguen produciendo noticias maravillosas. Extraordinarias. Tanto, que algunos no podemos resistir la tentación de seguir enganchados a las crónicas que de allí provienen, a pesar de la firme autopromesa hecha en contrario.

Así, hemos podido comprobar cómo el Presidente de la Ciudad realizaba la cuadratura del círculo. Por un lado se posicionaba al lado del gobierno de Zapatero para que hiciera todo lo que estuviera en su mano para solucionar el problema con Marruecos. Pero cuando sus compañeros del Partido Popular han dicho que el gobierno no ha hecho nada, él, con una seguridad que da miedo, ha sentenciado que no había contradicción alguna entre sus manifestaciones y las de sus compañeros, pues lo único que quería decir era que se trataba de un asunto de Estado y, por tanto, era el Gobierno central el competente para resolverlo. Profunda reflexión.

Pero de su otra costilla, el Delegado del Gobierno, también han surgido cosas interesantes. Por fin podían estar felices los parados de Ceuta. Al menos durante seis meses. Así rezaba la noticia de prensa cuando se anunciaban las listas del plan de empleo. Por supuesto, elaboradas bajo los criterios de toda la vida. Sólo trabaja el más antiguo. No el más necesitado, como mantienen los agentes sociales. Todo un ejemplo de diálogo social.

La concentración de inmigrantes ante la Delegación del Gobierno es otro de los eventos que van a servir para poner felices a las gentes de bien de este pueblo. El asunto es que la Ley de Extranjería, en su artículo 62 prevé que a los extranjeros irregulares a los que se les haya abierto un expediente de expulsión del territorio nacional, se les ingrese en un centro de internamiento (CETI), con autorización judicial, mientras se tramita el mismo. Sin embargo, ese mismo artículo, en su apartado 2 señala que la duración máxima será de 60 días. Pasado este tiempo se les debe poner en libertad. En Ceuta, en un maravilloso ejemplo de 'solidaridad', estos prohombres de la libertad y la alianza de civilizaciones que nos gobiernan han decidido mantenerlos 'sine die' en nuestra ciudad. Y si me apuran, al igual que con la prisión, seguramente programarán un 'megaceti', que además de limpiar las calles de la península de gentes 'indeseables', también conseguirá ayudar a que las estadísticas oficiales nos sigan presentando como la ciudad de mayor crecimiento del PIB de España. Todo esto lo saben los inmigrantes, y las mafias que los controlan. Por eso, con sus manifestaciones, quizás no se tarde mucho en conceder permisos de viaje a la península. Lo paradójico va a ser que los más racistas de este pueblo, que dedican todos sus esfuerzos a criticar estas manifestaciones, van a quedar contentos cuando se reduzca el número de inmigrantes ilegales en nuestras calles.

Otra información que no ha tenido desperdicio ha sido lo de la planta de biodiesel en la zona porturaria de Ceuta. Estoy seguro de que esto no va a quedar así. Entre otras cosas, porque quizás habría que revisar si una legislación de 1961 puede ser la excusa para paralizar un proyecto de esta envergadura. Lo más extraño es que el Delegado del Gobierno, tan preocupado como estaba por las leyes medioambientales, a propósito de los ruidos de tambores de los parados, no haya dicho nada ante un tema que es claramente competencia estatal, ya que el problema está en que el desarrollo reglamentario que debería de haberse hecho de la nueva legislación en Ceuta, aún no lo ha llevado a cabo el Estado.

Pues bien, ante tanta noticia maravillosa, preferí seguir releyendo el libro titulado 'La historia más bella del mundo', de H. Reeves y otros, publicado en Anagrama, y que en sus 173 pequeñas páginas da cuenta de los secretos de nuestros orígenes e intenta dar respuesta a las preguntas que siempre se ha hecho el hombre: ¿de dónde venimos?, ¿qué somos?, ¿por qué estamos aquí?, ¿adónde vamos?.

De todo su contenido, me quedo, a forma de epílogo, también de lo anterior, lo que decía uno de los tres científicos entrevistados en el libro, el biólogo Joël de Rosnay: 'Se podría decir que estamos inventando una nueva forma de vida. Un macroorganismo planetario que engloba el mundo viviente y los productos humanos, que también evoluciona y cuyas células seríamos nosotros. Posee un sistema nervioso propio, del cual Internet sería un embrión, y un metabolismo que recicla los materiales. Este cerebro global, hecho de sistemas interdependientes, vincula a los hombres a la velocidad del electrón y trastorna nuestros intercambios'.

Cuanto antes entendamos esto, antes desaparecerán de nuestras mentes los enormes prejuicios que nos atan a nuestras artificiales fronteras.