Desde que Zapatero está en la Moncloa, parece que lo de las 'ocurrencias', se ha instalado en el imaginario popular como la forma que tienen los políticos de salir airosos de situaciones comprometidas. Tanto ha calado el asunto, que hasta al perfecto Vivas, aprovechando la ocasión de la presentación de la Historia de Ceuta, se le ocurrió decir que ya en la Edad Media las gentes del lugar protestaban por las obras en la Ciudad. No sé qué gentes, ni por qué obras, entonces. Sí sé, y sufro a diario, como el resto de ceutíes, las obras que se están ejecutando en las calles de Ceuta, desde hace bastante tiempo. Como a la 'pavana', me tienen hasta los 'güevos'. Y eso que utilizo el transporte público, o mis piernas, para los desplazamientos locales.
Que las obras son necesarias para modernizar la red de saneamiento de la ciudad, es cierto. Y que esto repercutirá positivamente en el desarrollo económico futuro y en el ahorro de agua, también. Por tanto, que se ejecutan en aras del interés general, es una obviedad que no necesita explicación. Lo que sí necesita ser aclarado es por qué están tan mal planificadas. Por qué coinciden con otras obras y arreglos. Qué razones hay para cortar una calle totalmente, sin dar alternativas claras de circulación, o para comenzar reparaciones en ambas aceras, obligando a los vecinos a compartir calzada con los vehículos. O dónde está la eficiencia económica en el empleo del dinero público, cuando una misma calle se vuelve a levantar, apenas unos meses, o incluso días, después de haber sido terminada su reparación.

 

Una parte de la economía de la empresa se ocupa de la denominada planificación temporal de proyectos. Entre las técnicas que existen para el control de proyectos complejos, en donde las tareas están interrelacionadas, se encuentra el denominado 'Program Evaluation and Review Technique' (PERT), que fue ingeniado por el ejército de los EEUU de América para controlar y coordinar un proyecto en el que intervenían 250 empresas y 9.000 subcontratistas. La idea fundamental de éste método es la de controlar las distintas tareas, actividades o fases de un proyecto, para que se desarrollen de forma lógica en el tiempo, sin que unas interfieran en las otras, y sin que se produzcan molestos y costosos 'tiempos muertos' entre fases.

 

 
Pero en Ceuta no es necesario llevar a cabo una técnica tan complicada. Un sencillo gráfico de colores en el que, en sentido horizontal se representaran los tiempos y fechas de realización de los trabajos, y en sentido vertical, cada una de las tareas programadas, nos iría marcando las etapas terminadas y las pendientes, así como los solapamientos de unas con otras. Y además, no tendría coste adicional, pues podría llevarlo uno de los muchos asesores que tiene el Presidente Vivas, o cualquiera de sus Consejeros. Sólo es cuestión de sentido común y de verdadero espíritu de servicio a los ciudadanos.

 

Porque, ¿algún político local se ha parado a pensar las pérdidas económicas que se están produciendo como consecuencia de estas obras mal planificadas?. Es decir, ya no se trata sólo de las molestias que se causan a los ciudadanos, sino de los gastos que se producen por duplicidad de trabajos o demoras innecesarias, o las pérdidas que tienen los comercios que no pueden desarrollar su actividad con normalidad. Si todas estas externalidades negativas se incluyeran en los proyectos de ejecución de las obras, quizás quedaríamos sorprendidos del elevado coste de los mismos, que al final es el que pagamos los ciudadanos a través de los impuestos.

 

Pero de todas las genialidades y ocurrencias de este verano, la que se ha llevado la palma ha sido la de 'Pepiño Blanco', que ha fijado el listón para ser calificados como ricos en España y, por tanto, para ser 'sableados' públicamente mediante impuestos, en 50.000 euros. Claro, si pensamos que muchos de los funcionarios que superamos ese listón es por vivir en Ceuta y percibir el plus de residencia, rápidamente llegaremos a la conclusión de que lo que, por un lado, nos subvencionan en los billetes de los barcos, ahora tendremos que devolverlo vía impuestos para costear alguna de las ocurrencias de Zapatero. Porque, si de verdad fuera para ayudar a los más necesitados, el dolor sería menor.