La pasada semana la Asociación de Navieras españolas salía en ayuda de una de las que operan en la línea del Estrecho, para defenderla de los 'ataques' de los que había sido objeto por un grupo de pasajeros que habían 'alterado' el orden público, en palabras de la propia Naviera afectada, al intentar pasar al último barco acompañados de una señora y su hija, a la que no habían dado su tarjeta de embarque, porque había cometido una 'terrible' infracción administrativa, como era el haber intentado viajar con el carnet de identidad caducado desde hacía 15 días.

Se quejaban las navieras de que los usuarios les hubieran denunciado, cuando ellas sólo cumplían con la Ley. Y además, aportaban un dato preocupante al decirnos que el Ministerio de Fomento, a través de la Dirección General de la Marina Mercante, enviaba inspectores en forma de 'pasajeros misteriosos', que se hacían pasar por usuarios, para comprobar 'in situ' si las navieras requerían la documentación acreditativa de la residencia y la identidad a los pasajeros, sancionandoles con la retención del pago de las bonificaciones, si no lo hacían. Esta era la razón, según la nota de prensa, del celo extremo que mostraban los empleados de las compañías a la hora de identificar a los pasajeros. Una verdad a medias. O una gran mentira. Depende de cómo se mire.

Caprichos del destino hicieron que la semana siguiente viajara con el Documento Nacional de Identidad olvidado. Aunque llevaba el pasaporte y otra documentación acreditativa de mi identidad. Ningún problema a la ida. Tampoco a la vuelta. Y ello a pesar de que en Algeciras me dirigí a la ventanilla oficial de la naviera de la polémica para comprar un billete de residente, a pesar de no llevar encima, ni el DNI, ni el certificado de residencia. Al principio me lo negaron. Tenía que comprar un billete normal, cuyo importe no se me devolvería aunque acreditara después mi residencia. Y así lo pedí. Mi sorpresa llegó cuando el empleado me indicó que no había problema en venderme un pasaje de residente dado que mi identidad y residencia aparecían en la base de datos de la compañía. Entonces decidí hacerme pasar por un 'pasajero misterioso', como los de la Marina Mercante. Fui a la ventanilla oficial de otra de las navieras y pedí el mismo pasaje de residente, pero aclarando que no llevaba el certificado de residente ni el DNI. Se negaron. Sólo me vendían el no bonificado. Pero me indicaron una agencia de viajes en la que posiblemente me lo venderían, si yo estaba en su base de datos. Así fue. Me vendieron un billete de residente de esa compañía sin necesidad de aportar la documentación. Posteriormente pasé al control de embarque y solicité la tarjeta. Me la dieron, aunque no llevaba el DNI. Cuando me disponía a embarcar, nuevamente me pidieron la documentación. Enseñé mi pasaporte en vigor y pude embarcar. Extraño comportamiento. Cada naviera interpreta la Ley como le parece. He intentado encontrar una explicación a estas actuaciones tan distintas y contradictorias. Y, efectivamente, la he encontrado. El Real Decreto 1316/2001, en su artículo 3, establecía que la residencia se acreditaría ante la compañía de transporte o agencia expedidora del billete con el Documento Nacional de Identidad en vigor o con el certificado de residencia. Pero posteriormente, en 2007, se modificó, aunque esencialmente mantuvo los mismos requisitos. Y más adelante, en su artículo 5, también modificado, establece que quienes viajen con pasaje bonificado deberán ir provistos de los documentos que acrediten, tanto su residencia, como su identidad. Y esta última se podrá hacer, tanto mediante el DNI, como con el pasaporte en vigor. Pero esta normativa no exige que se comprueben los datos de todos los pasajeros. Sólo indica que se podrán requerir. Es decir, desde el año 2001 la Ley exige las mismas cosas a todas las navieras y pasajeros. Esto nos debe llevar a la conclusión de que no es la Ley la que les obliga a ser más estrictas en los controles ahora, sino que debe ser algún tipo de acuerdo entre las navieras, o entre éstas y el Ministerio, el que les esté llevando a extremar los controles, aunque ello suponga que casi tengamos que ir con el DNI en la boca. Por tanto, sólo se me ocurre una explicación posible al comportamiento de la naviera en el desgraciado incidente. Se pensaban que nosotros éramos 'pasajeros misteriosos' enviados por Magdalena Álvarez y que nuestra insistencia era para demostrar que no se requerían los documentos exigidos a todos los pasajeros, para así sancionarles con no percibir la bonificación del semestre. Y es que 'la pela es la pela'. Y más en tiempos de crisis. Ni siquiera una pasarela llena de gente es suficiente argumento para arriesgarse a perder una subvención.