Verás Juan, existe una locución latina que se recoge en Derecho que dice: ‘excusatio non petita, accusatio manifesta’, traducido del latín literalmente significa que excusa no pedida, acusación manifiesta; o más en el román paladín que identificaba Gonzalo de Berceo, quien se justifica sobremanera algo tiene que ocultar. Esto viene a coalición por el temita de la ‘Manzana del Revellín’. ¡Manda huevos! Juan. Ya sé que tu y yo no albergábamos el mismo parecer sobre el tema, pero tendrás que estar de acuerdo conmigo en que la cosa tiene mandanga.

Mientras se suman los pro-traslado del mercado al edificio que debería ser de uso cultural, precisamente a este último concepto y a las miles de personas que salieron a la calle y en los medios de comunicación diciendo que aquello era una barbaridad; los del primer sillón de la Asamblea (ósea, Vivas y comitiva), andan poniendo parches dialécticos asegurando que el paso dado ahora (más bien en el deshacer del entuerto) demuestra que no había una especulación que, por otra parte, se ha demostrado más que manifiesta en la ya larga historia de este ‘culebrón’.

Sí, ya sé, rectificar es de sabios, pero Juan, el cante que han dado no tiene parangón: anatemizando (como hacen siempre que se le lleva la contraria) a casi cinco mil ciudadanos y ciudadanas que firmaron en su contra, vilipendiando a los no conformes con el trapicheo fenicio del trueque institucional (prácticamente injustificable y que se tomaron como ‘casus belli’ llamando a arrebato a su soldada), o erigiéndose en adalides del bien común a través de una intervención pública y urbana que no tenía ni pies ni cabeza.

Juan menea la cabeza como lo hace cuando se queda sin argumentos para rebatir la contundente realidad, y yo miro de soslayo vaya a ser que el Bloody Mary se desequilibre con el desconcierto ideológico, pero él, en un arresto de profesionalidad, frunce el entrecejo y se centra en mi particular néctar de ambrosía.

Una vez puesto frente a mi persona, que siempre ocupa el mismo rincón de la barra de su bar, intenta dulcificar la cosa argumentando que, al fin y al cabo, nosotros (y asumo este plural mayestático como representación de los contrarios al traslado del dichoso mercado) nos hemos llevado el ‘gato al agua’.

No me queda más remedio que recordarle a Juan, sin acritud, que el paso dado ahora ‘a bombo y platillo’ no es más que el inicial fallido de hacer un soterramiento faraónico, a todas luces dispensable, en el mismísimo centro de la ciudad y, por ende, al fin de un nuevo trapicheo que ha puesto a los dueños de la ‘Manzana’ con ‘pies en polvorosa’ y que ha acabado con el acuerdo mantenido con la institución municipal.

Mientras Juan atiende a otro correligionario, vuelvo al latinajo que suscitó la discusión y caigo en que no pasa un día en que los ‘dirigentes políticos’ de la Ciudad abanderen su pulcritud moral y limpieza especulativa en los medios de comunicación que les son tan afines. Oscura limpieza, pienso saboreando el cóctel, que tanto tiene que ser anunciada.