¡¡¡Manda huevos!!! Una ‘escoba de plata’ por limpiar “lo que limpia mi suegra”, que era la manera de identificar al servicio vago y cutre en algunas casas que tenía la madre de un compañero de instituto, y que no era otra cosa que la popular imagen de meter la porquería debajo de la alfombra para que pareciese inmaculado lo que en realidad era una porqueriza. Que de qué hablo Juan, pues del ridículo e injustificado premio (más bien dádiva, prebenda o acuse de recibo) que la ciudad recibió por su presunta limpieza y que tanto ha dado de qué hablar; sí, ya sé que tu estás contento, tu negocio se encuentra ubicado en uno de los viales centrales de la ciudad y, por ende, se limpia a menudo y se gasta una ‘pasta’ el Consistorio en ponerte florecitas en la puerta (para beneficio de algún que otro empresario floral amiguete y tragaldabas del Gobierno municipal), pero más de las tres cuartas partes de Ceuta se encuentra bajo la óptica de un aspecto tercermundista desde lo que a perspectiva de limpieza se trata.

Una empresa privada, que le saca los dineritos a la moda medioambiental, decide la pulcritud de las calles de los municipios españoles como acuse de recibo del dinero que le remite el Ayuntamiento premiado, Juan; y lo hace bajo la imagen participativa en una sectaria feria que le cuesta rascarse el bolsillo a los que van a ser homenajeados (doce mil euros ‘del ala’ en el cuchitril que le colocaron a Ceuta en el medioambiental encuentro) ¡No me jodas contra el suelo habiendo camas! Juan.

Juan sonríe de soslayo, quizás asumiendo la rocambolesca realidad, y se pone presuroso a realizar la mezcla del néctar de ambrosía (ergo Bloody Mary) que calme un ‘mosqueo’ que se acrecienta a medida que se aplican datos a la propia realidad mentada.

Pero en esta búsqueda por el ‘karma del Ariel’ -prosigo aplicando datos de esta discusión urbana- las justificaciones aparecen por doquier, y los/las responsables municipales de sacar brillo a la ciudad aducen que municipios como Donosti han sido señalados con el puntero de los de la empresa privada de marras. Craso error comparativo. No es similar en ninguna medida la capital donostiarra con la ceutí, ni por extensión ni por habitantes ni por, y es lo más importante quizás, presupuesto; pero la realidad objetiva es que ese karma inmaculado -del que dicen que es una energía metafísica (invisible e inmensurable)- retorna a la ciudad norteña porque se aplica en su propio cuidado, cuestión mucho más que discutible aquí.

Juan se esmera en justificar las razones consistoriales y acude al elemento comparativo: antes estaba mucho peor, Ceuta ha mejorado mucho en los últimos años. Repite como lo hacen los de los argumentos tambaleantes y los papagayos de la barriguita llena.

¡Claro! Estaría bueno que fuese para atrás. Pero la realidad es que existen zonas donde la suciedad es una foto fija de su imagen ciudadana; una imagen que se repite en una amplia parcela del escaso territorio ceutí, y mientras Gran Vía, plaza de África (anexas a la sede de la Asamblea), Jaúdenes e Independencia (donde se ubica la vivienda del primer regidor -que por ciento se llama Juan como tú-), o Revellín y la acera más ancha de la Marina (zona comercial y de paseo) hasta el Hospital de la Cruz Roja, grandes barriadas como Príncipe Felipe, Príncipe Alfonso, Hadú o Benzú -o los montes ceutíes- observan como las cualidades límpidas del Ayuntamiento se quedan al margen de sus espacios.

Respiro un momento y observo como a Juan no le interesa este problema, ‘ande yo caliente…’

“Creo que en la política ya sé diferenciar entre los pecados de los hombres y la limpieza de las ideas” comentaba Adolfo Marsillach; yo hago lo mismo con la rapsoda de las veleidades de los políticos y la sordera de quienes no les interesa el discurso, aunque éste no sea un caso de limpieza siquiera ideológica. Al fin y al cabo, Juan prepara unos Bloody Mary de escándalo, que hacen perdonar su sordera selectiva.