Una de las características principales de los ejércitos es su movilidad, de otra manera no cabe concebir la operatividad del mismo. Así ha sido desde tiempos lejanos y a nadie se le ha ocurrido poner en duda dicha característica y, mucho menos, concebir revueltas ciudadanas contra ella. No obstante, Ceuta quiere ser ‘distinta’ y, en la suma de improperios que caracteriza la política del Partido Popular (PP) desde que perdiera por su propia política belicista los despachos de la Moncloa, hace por entrar en el absurdo de querer definir la estrategia militar del país.

Del ‘incendiario’ presidente melillense se esperaba esta actitud que, junto con los senadores de la pasada legislatura ceutí practicando métodos para no dejar hablar más propios de la ‘ultrada futbolera’, vilipendiaba por doquier, pero ese no era el modelo público por el que apostaba (al menos lo parecía) el residente de la Ciudad ceutí, que más bien reclamaba un tono definidamente conciliatorio. Así, adoptando los métodos del melillense, al ceutí no le queda más que ir a su rebufo y convertirse en loro de repetición de las falacias que quieren imponer a través de los medios de comunicación afines al ‘régimen’.

La reestructuración que ahora se critica fue aprobada por los ahora críticos, sin que en las cámaras legislativas correspondientes dijeran ni ‘mu’, probablemente más entregados a hacer el bruto y gritar en las sesiones parlamentarias que a leerse aquello que aprueban.

Pero, tras este ‘circo’ anti Gobierno de España subyacen varias cuestiones y, como en todas las guerras, el elemento económico resulta definitorio, no por las manipuladas e inciertas cifras que el Gobierno de la Ciudad de Ceuta lanza como proyectil contra la llamada reestructuración (ya que el montante de cuantos se marchan es sustancialmente menor que la suma de los militares que llegan), subyace el peculio de los mandos afectados por el traslado cuya residencia en Ceuta permite sea superior al de sus colegas peninsulares; quizás por ello ha habido por parte de quienes dirigen el Palacio de la Asamblea tanto cambio de discurso y, ahora, resulta que son dichas familias afectadas más ceutíes que las de cualquier otro cuerpo administrativo sujeto a movilidad o trabajador cualquiera de la empresa privada de ámbito nacional.

Los militares sabían antes de entrar en el Ejército la esencia del mismo, y por lo tanto no cabe esta absurda movilización y esta salida a la calle con argumentos demostradamente inciertos que confunden a la ciudadanía. Todo este entuerto es, sin lugar a dudas, una operación política que demuestra a las claras que el PP, carente quizás de programa, sigue en su línea de ‘acoso y derribo’ al Gobierno legalmente elegido en las urnas, y que suele servir para que en ese río revuelto salgan ganando los pescadores de miserias. Sería menester más mesura por parte de los dirigentes políticos de la Ciudad, y que dejasen de ver a los ciudadanos y ciudadanas de ella como posible ‘bolsa de votantes’ a los que favorecer para pedirles posteriormente el voto. Quizás así se podría abrir un debate más cualificado y dar cabida a aquellos que cuestionan, incluso, la vigencia de los ejércitos en un mundo controlado unilateralmente por el otro lado del Atlántico. Era Jesús de Nazaret el que decía “el mal no es lo que entra en la boca del hombre, sino lo que sale de ella”; aplíquense la máxima todos aquellos que dicen representar y defender sus palabras.