Recientemente, se cumplían 25 años del estreno de una película de culto en el mundo de la ciencia ficción, Blade Runner: ¿sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Y como servidor tiende a ser un mitómano del cine, y aún conserva ese pellizco de soñador que le hace imaginarse lo vacilón que sería verse recogiendo un Oscar, cantando como Miguel Póveda o Plácido Domingo, ganando un Tour de Francia, llegando al banco con un pleno al quince en la cartera o levantando la Copa del Mundo -no se rían, ustedes también-, me puse a pensar en hacer un remake un tanto peculiar de la película. El título es el mismo que el de este post. Y la idea me la dan dos entrevistadas en Ceuta en la Onda, con Victor Ramírez, Milagros García Mateos y Paula Medina. A las que aprecio bastante, tanto como discrepo de ellas -mucho- en lo que les voy a contar. Me hablan del urbanismo feminista. ¿Mande?. Si, si: urbanismo feminista. ¿Se trata de rotular las calles con aquello de o/a?. No, no se crean. De dar una concepción feminista al diseño urbano de las ciudades.

Y a ver: ¿en qué consiste?. Pues en eliminar escalones, poner rampas para facilitar el acceso a personas discapacitadas, hacer, en definitiva, una Ceuta más habitable.

¿Pero eso no se llama eliminación de barreras arquitectónicas?. No, no. Se llama urbanismo feminista porque, atención, las que han cargado siempre con el carro de la compra o el de los niños han sido las mujeres. Ahora capto. Pero sigo sin ver la diferencia entre un escalón de cinco centímetros para una persona -hombre o mujer- que lleve un bastón. Y sigo sin entender porque es más complicado para una mujer sentada en una silla de ruedas, o invidente, andar por las calles que para un hombre postrado en silla de ruedas o ciego.

Por esa misma regla de tres, a las galeras llamémosle galeros, porque los que remaban eran hombres. Hablemos a partir de ahora de minos, que no minas, porque siempre ha sido el hombre el que ha buscado carbón o diamantes en las entrañas de la tierra.

A mi, que a lo largo de mi vida he llevado alguna vez muletas e incluso me he sentado temporalmente en silla de ruedas, lo que me preocupa es que el elevador para minusválidos de la Asamblea de Ceuta esté siempre estropeado, que haya edificios donde el ascensor no llegue al primer piso, que la Delegación del Gobierno tenga escalones enormes, que los dos recien estrenados accesos a la Muralla Califal por el Paseo de las Palmeras tengan escalones -nos hemos lucido, presidente Vivas-, que la nueva escalera de la Playa de la Rivera no tenga ningún acceso para minusválidos, o que el Alfonso Murube no tenga asientos en tribuna para personas con discapacidades físicas. Entre otras cosas. Lo del toque femenino está bien para ciertas cosas, pero si me lo permiten mis voluntariosas amigas, para esto me parece pelín friki. Porque yo tengo amigos que empujan los carros de sus hijos y yo mismo he llevado el carrito de la compra. Y como no creo que sueñen los androides con ovejas electrónicas, ni las farolas con llevar minifalda, ni las margaritas con ser romero, y tampoco espero recibir la Copa del Mundo de manos de ningún jerifalte de la FIFA, seamos, pues, serios y serias. Trabajemos, juntos y juntas, por una ciudad vivible, humana, accesible. Y dejemos el toque urbanístico-femenino para el Comando Bardem y el sexo del oso de Madrid.

Juan José Coronado - El barco de arroz