Hubiera entendido como normal un comentario sobre el vestido de la ministra de Defensa en una tertulia de sobremesa en cualquier programa de radio o televisión. Pero cuando el hecho de que Carme Chacón lleve pantalones en la Pascua Militar se convierte en una cuestión de Estado, no se si seguir partiéndome la caja de risa o, directamente, ponerme a estudiar sueco y solicitar la nacionalidad del Reino de Ikea.

De acuerdo que el atuendo de la jefa de los Ejércitos -insisto: sucesora de ZP al frente del PSOE y, posiblemente, del Gobierno- puede no ser lo más apropiado para un acto como el del martes, pero en tiempos como los que corren, de una ministra de Defensa lo que menos me interesa es el vestido. Dicho, por supuesto, con todo el respeto.

No es descartable el despliegue de una misión internacional de paz en Oriente Próximo, si algún día cesa el fuego más de tres horas sobre veinticuatro. No es descartable la participación del Ejército español en más operativos internacionales. Chacón es, además, la persona que controla buena parte de los servicios de inteligencia de este país, lo que no es poca tarea en los tiempos que corren. Nuestro Ejército no cumple las previsiones más optimistas cuando se iniciaba el proceso de profesionalización de las Fuerzas Armadas y, en tiempos de crisis, el vestir de caqui se está presentando en muchos casos como la mejor salida para personas jóvenes. Es decir: podríamos tener más soldados, pero menos vocación.

Por tanto, que alguien se fije en el rigor del protocolo, o en el hecho de que fuera mujer y encinta cuando asumió el ministerio -estamos en el Siglo XXI, por si se nos olvida- me produce risa a la vez que estupor. Hay mucho por lo que criticar a este Gobierno, que ve crecer el paro sin más reacción que previsiones de optimismo a corto plazo -con un par-, que camina con cierta torpeza por la esfera internacional y que tiene una patata caliente en las manos llamada financiación autonómica. Añádanle, además, unas elecciones en Euskadi en las que, por primera vez desde 1986, un partido que no es el PNV parece tener posibilidades ciertas de ganar. Quedarnos, por tanto, en el vestido de Carme Chacón me recuerda a cierto dicho sobre el imbécil, el dedo y la luna.