A lo largo de la Avenida Cañonero Dato, es decir, en los primeros metros de Ceuta conforme se baja uno del barco, llaman la atención varias estatuas dedicadas, en teoría, a embellecer el paisaje. Me quedo con dos: la de la pareja más célebre de la historia de España y la de Pepe Caballa y la Pavana.

La pareja no es Fernando e Isabel, ni los amantes de Teruel, ni siquiera el Duque de las narices con la sosísima Cata. Es la pareja de la Guardia Civil. A este cuerpo, diana de miles de chascarrillos y chistes desde que al Duque de Ahumada le diera por invertarlo, se le homenajeaba hace un par de años con esta estátua por su trayectoria de servicio a España.

 

A Pepe Caballa y la Pavana se le tributaba un guiño en forma de estatua por las carcajadas y, para mi más importante, reflexiones que nos ha despertado sobre nuestra forma de ser Vicente Álvarez. Las desventuras de estos Sancho y Quijote del siglo XXI, esa pavana socarrona y el barbudo cínico y gruñón a la par que entrañable son, desde que nacieran a las páginas de El Faro, de lectura obligada y diaria.

 

Una, pues, representa la autoridad y la otra la mordacidad. Y ambas han vuelto a topar, parece, en los últimos días. Se preguntaba recientemente la Asociación Unificada de la Guardia Civil de Ceuta que para que querían esa estatua si, resulta, que a cuatro carnavaleros de Ceuta, tan entrañables y socarrones como la pavana, les daba por parodiar al Instituto Armado en carnavales. Y afirmaba la AUGC que Vivas, Fernández Chacón y hasta Michel Platini de haber estado, se tendrían que haber marchado del "Siete Colinas" cuando se parodió (exageró) lo que puede suceder en la frontera. Luego hablaba de usurpar el uniforme, y de decencia.

 

Primero: conozco a muchos guardias civiles, muchos de ellos carnavaleros, que se han partido literalmente el pecho con la parodia. Segundo: el hábito no hace al monje. O nadie es más digno que otra persona por llevar un uniforme u otro. A mi, el de la Guardia Civil me merece respeto, por ser un colectivo que presta un servicio y gente que se gana la vida. Pero también llevan uniforme los pintores, fontaneros, dependientes de supermercados, policías locales, bomberos y barrenderos. A todos ellos se les ha parodiado en carnavales, y no son menos dignos que los guardias civiles. Tercero: la AUGC debiera tener en cuenta que no sólo el cuarteto ha parodiado a los agentes de la Benemérita. Qué levante la mano el que no se sepa, el que no haya contado u oido alguna vez un chiste de guardias civiles y gitanos.

 

El carnaval, que no tiene porque gustarle a todo el mundo y no está exento de ser criticado, es irreverente, libre, canalla, socarrón pero entrañable. Como Pepe Caballa y la Pavana. Como la gente del cuarteto. Es por eso, queridos amigos de la AUGC, que a mi desde hace mucho años febrero me suena a libertad. Y no sólo por el carnaval.