Siempre he dicho que meter a todo el mundo en el mismo saco es una de las actitudes más simplistas e injustas del ser humano. Y ejemplos hay miles. Por ejemplo, con la masacre de Gaza: ni todos los palestinos son unos terroristas, ni todos angelitos. Ni todos los israelíes son palomas, ni todos halcones. Podríamos aplicar esto a las profesiones. A menudo caemos -escribo en primera persona- en decir, por ejemplo, que todos los políticos, profesores, sindicalistas o periodistas somos iguales. Qué injusticia. A la política, por ejemplo, se dedican los concejales del PP y PSOE en el País Vasco. ¿Son iguales que Arnaldo Otegui?. Van cogiendo ¿verdad?.

Dentro de la política, ya que estamos, la generalización tiene buena parte de culpa de la tensión irrespirable. El hecho de que el debate -como sucede en los foros de Periodista Digital- se haya reducido a "rojos" y "fachas" saca lo peor de cada uno de nosotros. Si alguien tiene una sensibilidad de izquierdas, o puntualmente se está de acuerdo con el PSOE, prepárense para ser calificado de malgastador, proterrorista, antiespañol o liberticida. Si se es de derechas,o se apoya algo en concreto del PP,sepa que automáticamente será tildado de fascista, insolidario, racista o potentado.

Cualquiera es un señor, cantaba Gardel. Y no le faltaba razón al viejo cantor de tangos. Pero en esto de las generalizaciones, suele haber quien, por no querer señalar a uno, mete a todo el mundo en el mismo saco, aún a sabiendas de que lo que dice, o escribe, es una auténtica mentira.

Hablar de "los medios y la pluralidad informativa" es, también, una injusta generalización. De entrada, cada editor, director o redactor jefe es responsable de lo que se publica y lo que no en cada medio. Por las causas que sean, que se compartirán o no, pero cada uno en su casa decide lo que se hace. Luego, cuando no vemos publicado lo que queremos, o como lo queremos, hablamos de que "todos los medios nos han vetado", aún a sabiendas de que hubo quien si estimó pertinente publicar eso mismo. A veces la generalización deja en evidencia a quien la lleva a efecto. Incluso a quien, por la decisión reiterada de la ciudadanía, debiera gozar de menos minutos y caracteres de los que disfruta.