Tras el 3-0 a Suecia, España ha vuelto por la puerta grande a estar en la fase final de un gran torneo, en este caso la Eurocopa de Austria y Suiza. Un torneo al que finalmente Luis Aragonés ha llevado a La Roja, y a poco que pase de primera fase, el Sabio de Hortaleza habrá, como mínimo, igualado a sus predecesores.

Será la Eurocopa un torneo que España no ganará -ojalá me equivoque- porque ya hemos empezado a perderlo. Ya estamos lamentándonos de que vamos a estar en el bombo de los paises con menos coeficiente, y de que nos van a tocar los cocos. Ya estamos suspirando porque nos toquen Austria, Croacia y Polonia y luego un cruce apañadito en cuartos para soñar.

Pues yo no quiero que nos toquen Austria, Croacia y Polonia. Prefiero que tengamos en el mismo grupo a Holanda, Italia e Inglaterra -si al final se mete-. No, no me he fumado nada raro.

Lo que pasa es que uno ya empieza a estar harto de ganar a selecciones de medio pelo en las fases de clasificación y primeras fases del torneo para luego darnos de bruces contra la cruda realidad. Las estadísticas de España en cualquier fase final de Mundiales o Europeos son patéticas: jamás hemos ganado en una fase final a paises como Italia o Francia y ni siquiera hemos vencido a un país anfitrión, por mucho que hayamos jugado contra Corea o Portugal.

De este modo, si nos tocan Holanda, Italia e Inglaterra nos podrán eliminar, pero nos eliminan tres de las buenas. Si pasamos ya nos daremos cuenta de que podemos. Y hay que ser conscientes de que si alguna vez queremos ganar algo, nos tendremos que enfrentar -y ganar- a selecciones de este tipo. ¿O no esperarán ustedes jugar la primera fase con San Marino, Malta y Chipre, los cuartos con Andorra, las semifinales con Islas Feroe y la final contra Armenia?.

Fijense en la trayectoria, por ejemplo, de la selección de baloncesto: en el Mundial de Japón nos tocó en la primera fase la anfitriona, además de Alemania -nuestra bestia negra hasta entonces- Nueva Zelanda, semifinalista en 2002 o nuestra peor pesadilla, Angola. En octavos de final, Serbia, bicampeona del mundo. En cuartos, Lituania que nos había ganado la final de un europeo. En semifinales Argentina, campeona olímpica y en la final Grecia, hasta entonces campeona de Europa. En el Eurobasket de Madrid dos derrotas: Croacia, país de los importantes en esto de la canasta, y Rusia, ambas por un punto y en el último segundo. Y nadie se amilanó. Lo mismo podemos decir de balonmano, fútbol sala, hockey o voleibol. Y atentos a la rugbymania que se está despertando en los últimos meses y a los próximos diez años. Entonces ¿por qué no en fútbol?. Que vengan los naranjas, los espaguetis y la pérfida albión. Y perdamos en el césped; no en las portadas de los diarios ni en el imaginario colectivo. Por Al Gandhour, Sandor Puhl y el árbol genealógico de ambos, nos lo merecemos.