Yo de niño quería ser futbolista. Sobre todo cuando uno jugaba los derbis más apasionantes: los del barrio, contra los chicos de los pisos que se sitúan abajo de mi calle, los del colegio, contra la clase de al lado. A cada gol que nos salía, más por casualidad que por talento, esa panda de niños de nueve o diez años se soñaba a si misma poniendo en pie al Bernabéu como si de Hugo Sánchez se tratase. Por cada penalti parado, uno se veía en un futuro atajando balones a la salida del corner como Zubizarreta -grande, Andoni- Walter Zenga o Paco Buyo. Incluso, nuestra ilusión nos llevaba a repartirnos los nombres de nuestros ídolos ya en el campo. A mi, que de haber sido futbolista habría sido central leñero, rara vez admitían mis amigos aquello de "¿vale que yo soy Butragueño?". Eran niños, no tontos, evidentemente.

Desde el recuerdo de aquellos años, en los que un imberbe Javier Chellaram se armaba de valor y nos llevaba en su viejo coche a un puñado de críos de apenas diez años ataviados con los chandals Adidas de fuerte azul marino con rayas blancas y camisas de propaganda a pegar carreras por el arbero de La Marina, rara vez suelo acordarme.

Sin embargo, la nostalgia de la lejana infancia no es ahora lo que me lleva a endiñarles esta parrafada. Es por que me imagino que, igual que yo quería alzar la Copa de Europa, Juan Pérez querrá hacer algo parecido el día de mañana. Y, a diferencia mía, Juan si parece que tiene facultades.

¿Quien es Juan Pérez?. El Billy Elliot español. Un chaval de 13 años que quiere bailar, que quiere dedicarse a la Gimnasia Rítmica, pero que no puede. Afortunadamente, el impedimento de Juan no radica en ninguna merma ni en falta de talento. Para su desgracia, en la estupidez ajena.

Porque me parece de una somera estupidez que este chico no pueda bailar por el hecho de haber nacido varón. En un mundo donde cada deporte tiene su réplica en ambos sexos, a estas alturas del partido no deja de ser una profunda incongruencia que la gimnasia sea sólo para chicas.

Cuenta su entrenadora que, además de Juan, hay otros treinta chicos en su misma situación. Y yo, que no soy machista pero que de "topeguay" tengo poco, me hago la siguiente pregunta: ¿se imaginan la que podría liarse, por parte de determinadas oenegés y políticos/as si fuese al revés?. ¿Se han parado a pensar en la que podría liarse si, por ejemplo, la FIFA dictaminara que al fútbol sólo juegan los hombres?. Juan Pérez es un niño, y quiere bailar. Y quiere ser campeón de España. Como todos lo quisimos ser a su edad. Pero el, parece que puede. A un niño nunca se le debe robar la ilusión que, posiblemente, vaya perdiendo con el transcurrir de los años. Bastante difícil debe ser sacar talento de la cantera de la gimnasia, deporte que duele sólo de verlo por la tele, como para encima discriminarlo por algo como la condición sexual. Y no es por fijación con la miembra más jóvena de una Gobierna en democracio pero, ¿dónde está el Ministerio de Igualdad?. Actue, señora, actúe. Y desde este momento, ya me pueden llamar machista e irrespetuoso.