Cuando aún no había tenido tiempo de disfrutar su profesión ni mucho menos la vida, Raúl Centeno se ha ido. Matizo: le han obligado a marcharse los valientes que solo disparan por la nuca para echar después a correr. Veintitrés años no es edad para morir. Y mucho menos, de forma tan vil y cobarde.

Lo trágico de esto, aunque en un plano infinitamente inferior a la muerte y la sensación de vacio irreparable que dejará en padres, novia y amigos, a los que desde aquí mando mi mas fuerte abrazo, es que Raúl se va a convertir en una cifra más, en el número que engrosa la más macabra lista de la historia española, que ya anda cada vez más cerca del millar.

Sólo cabe, pues, la firmeza ante esta banda y el respeto para todos los fallecidos y sus familiares. Pero una cosa me duele mucho en estas horas: la actitud de los medios de comunicación y algunos comentarios en páginas webs.

Que se haya llegado a escribir que ETA vuelve a matar y el PP al consenso antiterrorista es tremendamente desafortunado. Que en cualquiera de los foros de los miles de blogs que pululan por la red se haya desatado una guerra entre partidarios de PSOE y PP acusándose mutuamente de fortalecer a la banda, de organizar el 11 M o de la guerra de Irak es, aparte de pesado como el ardor de estómago, patético. Que un puñado de ciudadanos esperara a la salida de un cortejo fúnebre para abuchear al presidente del Gobierno se me antoja tremendamente desafortunado. No por abuchear a ZP, que en el sueldo lo lleva, sino por tratarse de un funeral de Estado con unos padres rotos llorando sobre el féretro de su hijo.

Pero lo más lamentable es que ANV siga a lo suyo, convocando referendums sobre la llegada del AVE al País Vasco y manifestaciones en protesta por la detención de un buen puñado de dirigentes de la camorra vasca. Y lo más lamentable es que PP y PSOE sigan poniéndose chinitas en el camino, hipotecando el Gobierno de España a partidos nacionalistas más cercanos ideológicamente a ellos que a nosotros y que no hayan sido capaces, ninguno, de reformar la Constitución, el Código Penal y lo que haga falta. Déjense, señorías, de fotos llamando a la unidad. Demuestrenla. Ustedes tienen los instrumentos. Simplemente, apliquenlos. Hagan que millones de españoles, como yo, podamos sentirnos orgullosos no solo de nuestros policías y guardias civiles sino, por una vez, de nuestros políticos y nuestra democracia. Raúl Centeno y 840 victimas mortales más lo merecen.