Ya se mascaba la tragedia cuando me cuentan que la cosa iba con media hora de retraso para hacerla más llevadera. El límite de mis fuerzas fue traspasado pasada la medianoche, cuando Enrique Cerezo y Concha Velasco entregaban el premio a la mejor Dirección de Producción. Si a las doce y pico de la noche, después de dos horas y con treinta minutos de retardo todavía íbamos por ahí, ¿cuanto le queda a esto?. No pude lograrlo. Un año más, me tuve que ir a la cama sin saber quien ganaba el premio a la mejor película.
Lo contaron en La Rosa de los Vientos pasadas las 01.00. Camino, de Javier Fesser. No la he visto, así que no la juzgo. Del resto de la gala, sólo salvo la coherencia del Langui a la hora de recoger sus dos premios y José Corbacho, que fue el único que me arrancó una sonrisa en una noche de gags forzados. Tan forzados que sólo faltaba el cartel de "risas" detrás en alguna ocasión.
Y el discurso de Angeles González Sinde, presidenta de la Academia Española, para el final. Vamos a ver: yo sólo he visto este año Los Crímenes de Oxford -entretenida y bien desde el punto de vista interpretativo y técnico-, y por tanto no entro a valorar sobre la justicia de los premios. Pero si, precisamente, estas galas deben servir para atraer, para enganchar a la gente a un cine español tritemático en los últimos años -guerra civil, transición y tragicomedia de barrios bajos- y resultan ser frías y aburridas, que esté tranquila la presidenta de la Academia. No creo que, tras una gala como la del domingo, a mucha gente le queden ganas de descargarse películas rodadas en España en 2008, entre otras cosas porque las listas de descargas -hecho NO delictivo, por cierto- suelen ser tremendamente parecidas a las listas de películas más taquilleras. Es decir: a las que enganchan.