Vale: estuve a punto de tirar la toalla, entregar este barco a desgüace y bajarme en el primer puerto que pillase. No es que haya dejado de atraerme, que lo hace como siempre y más que nunca, el mar de las letras, pero es que la presencia de determinadas turbulencias y clientes de las tabernas me habían hecho pensar en la conveniencia de pegarme un tiempo paseando por el muelle, apoyándome en un noray para ver las gaviotas estamparse contra el agua y echándole un vistazo al último trasmallo.

 

Incluso busqué otra caña, otro barquito, más pequeño, para matar mi aburrimiento. No: tampoco abandono el otro. Simplemente, ahora trataré de alternar los dos.

¿Qué me ha hecho ahora volver a sacar el barco del arroz a mar abierto?. Pues, aunque parezca mentira, el hecho de que haya gente que eche de menos esta barcaza dando tumbos. Uno también tiene su corazoncito, no se crean. Además, la pesca está apasionante ultimamente. Y no es plan de quedarse en puerto con la que está cayendo. Y es que no les puedo dejar sólos. Ya ven: me da por dejar de escribir un par de meses, y tenemos a Zapatero convertido al liberalismo previo paso por la Casa Blanca, a Rajoy reclamando a gritos una intervención en la economía, a un negro presidiendo USA -yo también soy de color, pero blanco- y a los ciudadanos avalando a los bancos. Ya en serio, si les apetece, súbanse a bordo. El barco del arroz vuelve a navegar