- ‘En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo y a un dios de otro cielo. Y que ese dios había inventado la culpa y el vestido y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna y la tierra... y a la lluvia que la moja’. Eduardo Galeano.

El sábado, la España de misa y caspa, de los toros, de la banderita en el coche y de Tomás Roncero volvió a desfilar al paso dictado por el mando militar. Día de la Hispanidad.

Son muchos los que afirman que un pueblo siempre debe sentirse orgulloso de su pasado, de sus grandes gestas, independientemente de lo que esas gestas signifiquen e independientemente de los valores que se defendieran o castigaran. El argumento es que, dicen, no somos quienes para erigirnos en los jueces de valor de épocas pasadas y ya superadas. No estoy de acuerdo. Según ese razonamiento, no estaría mal que los alemanes celebraran la invasión de Polonia de 1939, por poner un ejemplo. Al fin y al cabo, eran otros tiempos. Además, es un argumento que no casa con la posición que ellos sostienen: celebrar algo supone aplicar un juicio de valor, un juicio de valor positivo.

La historia debe ser estudiada y analizada en su contexto, pero eso no significa que haya que comulgar con cualquier acto pasado, despolitizarlo y celebrarlo amparándonos en la excusa de que se trata de un acontecimiento histórico que representa nuestra identidad nacional y nos une a todos, independientemente de ideologías. Hacer que algo no parezca político es la mejor forma de hacer política y aunque quieran que parezca lo contrario, todo acto público es, por naturaleza, un acto político que expresa o representa ciertas ideas, es decir, representa ideología, una forma de entender el mundo y las relaciones humanas.

La historia está para aprender de ella y en una sociedad democrática, los actos de celebración colectiva deben estar reservados para personas o acontecimientos pasados acordes con los valores democráticos que dicha sociedad debe representar y promocionar. La lucha por la libertad debe ser celebrada; luchar por la esclavitud, no. El Día de la Hispanidad no debería suponer motivo de orgullo para España. El 12 de octubre no va acompañado de ideales tales como la emancipación, la justicia o la tolerancia, sino que supone la conmemoración del genocidio de más de 90 millones de personas para esclavizar, evangelizar por la fuerza y robar los bienes de todo un continente.

La invasión española en América tampoco significa -algo que tal vez podría gustarle a algún españolito racista e idiota- la superioridad de la “raza” española sobre los indígenas americanos, sino que no fue, ni más ni menos, que la dominación armada de una clase sobre otra. La colonización no se tradujo en riqueza o bienestar para los españoles, sino para sus reyes, su nobleza y la banca de países europeos como Holanda. Ningún trabajador español debería sentirse orgulloso de que los mismos que oprimían a las clases populares españolas de entonces decidieran cruzar el charco para oprimir y esclavizar a otros.

Tanto entonces como ahora, la lucha entre países no era más que la consecuencia de la puesta en marcha de un proyecto de clase apoyado en el imperialismo, la consecuencia de otra lucha, de eso que Marx llamó el “motor de la historia”: la lucha de clases. Por eso, es incoherente que un español del montón celebre una gesta como la que comenzó aquel 12 de octubre de 1492, porque supone celebrar algo que va en contra de sus intereses, de los intereses de su clase social. Al igual que el religioso, el argumento patriótico tan sólo es, como ha sido siempre, un recurso de los poderosos para hacer que los oprimidos vean su situación como necesaria y la acepten en pos de un bien superior. Hoy, esta manipulación de las conciencias sirve para que un trabajador acepte que le rebajen el sueldo o para que las masas echen chispas cuando un país extranjero decide nacionalizar una gran empresa española. En el primer caso, siente que es necesario para que la patria progrese; en el segundo, sienten que han ofendido a su patria. La ideología dominante es la ideología de la clase dominante.

Afortunadamente, los procesos de soberanía nacional que recorren hoy América Latina han advertido que en sociedades libres que caminan hacia la igualdad y la justicia social no hay espacio para la apología de la humillación, el sometimiento y la vergüenza. Son varios los países que han cambiado la denominación de este “día de la raza”. Al contrario que en España, no se celebra la colonización, sino que se recuerda a aquellos que la combatieron. Así, en Venezuela y Nicaragua, el 12 de octubre ha pasado a llamarse el “Día de la resistencia indígena”, mientras que en Bolivia celebran el “Día de la descolonización”. Allí, homenajean a los que se rebelaron contra la injusticia. En España, los héroes que lucharon contra el fascismo siguen enterrados en cunetas.