Ceuta se encuentra en una situación crítica. Con el Partido Popular entregado a una extrema derecha que, consciente de la subalternidad ideológica de su socio, marca sin pausa ni titubeos el rumbo a seguir, las bases que sustentan nuestra convivencia se presentan hoy como el principal objetivo a batir de la acción gubernamental.

Esta realidad, tan alarmante como obvia, conviene que sea aceptada cuanto antes: los ultras han pasado y están gobernando en nuestra ciudad, algo que adquirió carácter oficial en diciembre, cuando la sesión plenaria sobre presupuestos reveló quienes iban a ser los nuevos amos del cortijo. Juan Vivas y los suyos pudieron protestar entonces ante la enmienda a la totalidad realizada por VoX a casi dos décadas de gobierno “demasiado blando” con “los enemigos de España”. No lo hicieron. Muy al contrario, mostraron públicamente su agradecimiento a quienes usaron la tribuna de la Asamblea para bramar contra feministas, musulmanes e inmigrantes. A quienes, en definitiva, dejaron claro que el racismo y la lucha contra la igualdad entre hombres y mujeres tendrán que erigirse como dos de los ejes clave de las políticas que el PP deberá implementar si desea seguir contando con la mayoría parlamentaria que le otorgan seis fanáticos envalentonados. Una ciudad con la geografía social de Ceuta sólo puede permitirse un dislate de tal magnitud si se encuentra encaminada de manera decidida hacia el suicidio.

Prueba palpable de tan vergonzosa deriva la podemos encontrar en las (ridículas) piruetas a las que se ven obligados a recurrir los populares para tratar de negar la evidencia. Hace unos días, el presidente de la Ciudad dijo que con VoX “no hay un pacto, sino un acuerdo”. O lo que es lo mismo, que no hay un pacto, sino un sinónimo de pacto. En la misma línea, una propuesta claramente dirigida (así lo ha defendido el grupo proponente) a combatir el concepto de violencia de género ha sido aprobada con los votos favorables del partido del Gobierno porque, según su portavoz, “no minusvalora la violencia de género”. Es decir, que el PP apoya una propuesta de VoX porque la propuesta de Vox no defiende lo que VoX dice que defiende. ¿De qué propuesta se trata? De la convocatoria de minutos de silencio por las víctimas de violencia intrafamiliar. Es importante explicar por qué esta medida, como bien reconocen los de Abascal, sí trata de negar la violencia que sufre la mujer por el hecho de ser mujer.

El minuto de silencio institucional que actualmente se guarda cuando un caso de violencia machista se cobra la vida de una mujer no tiene como objetivo (sólo) la condena del asesinato. Por un lado, para eso ya están los juzgados; por otro, no es necesario ningún tipo de gesto político que nos recuerde que matar está mal. Si en su día se llegó a la conclusión de que era necesario que nuestros representantes se pronunciaran públicamente cada vez que un hombre asesina a una mujer fue porque se entendió, de manera acertada, que había que llamar la atención, no sobre un crimen concreto, sino sobre el machismo, sobre la estructura histórica que hay detrás de la violencia que día a día sufren las mujeres y cuya expresión más visible y brutal es el asesinato. Los minutos de silencio, por tanto, no denuncian y combaten el acto de asesinar, sino el comportamiento machista imperante en la sociedad. Por eso mismo, todo el mundo (también el PP) entendió en su momento que no tenía sentido guardar minutos de silencio por “cualquier asesinato, venga de donde venga”, sino que lo que dotaba de sentido al pronunciamiento político era la denuncia del problema social que el machismo constituye. Al institucionalizar minutos de silencio por otros tipo de violencia, esa denuncia específica se diluye, deja de existir y se comienza a instaurar la idea de que el problema que merece visibilidad pública no es el machismo, sino la “violencia a secas” sufrida igualmente por hombres y mujeres, sin distinción de causas. Se deja así de reconocer, denunciar y combatir el machismo, obviando la especificidad de la violencia de género.

Todo lo anterior es sabido por VoX y es por lo que han llevado a Pleno su propuesta. El PP, aunque lo niegue, también es consciente de ello y aun así ha decidido apoyar la iniciativa. Si no, si de verdad el Partido Popular considera que visibilizar institucionalmente la violencia intrafamiliar de la misma forma que la lucha contra la violencia machista no supone ningún retroceso en la causa de la igualdad, ¿por qué nunca lo ha propuesto en estos cuatro años que llevamos de minutos de silencio contra el machismo?, ¿ha tenido que llegar VoX para que el PP “abra los ojos” y se dé cuenta de que durante todo este tiempo ha tenido “abandonados” a los hombres? Dos opciones se elevan sobre las demás a la hora de explicar este giro. O bien quienes formalmente continúan a cargo del Gobierno de la Ciudad han apoyado ahora algo en lo que no creen, o bien lo hicieron hace cuatro años y es hoy cuando consideran que “el espíritu de los tiempos” les permite desmarcarse de todo aquello que ayer no tuvieron más remedio que secundar. Podemos elegir el motivo que más nos complazca. En cualquier caso, algo está claro: esto es sólo el principio. Su horizonte es el blanco y negro.