- Las condolencias y las unánimes muestras de apoyo hacia los trabajadores de la revista 'Charlie Hebdo' y los familiares de las víctimas de la matanza de hace unos días son, qué duda cabe, algo a lo que saludar fervientemente.

No obstante, resulta difícil no percibir cierta hipocresía fundamentada en un doble rasero.

Muchos de los que han manifestado odas a la libertad de expresión mienten, y es que una cosa es estar en contra de que unos extremistas asesinen a unos dibujantes y otra muy diferente ser un defensor de la libertad de expresión, algo imposible si se está a favor, dentro de nuestras fronteras, de la implantación de la “Ley Mordaza”, de que se retire una portada por “ofender” a la Monarquía o de que la Audiencia Nacional impute a humoristas por hacer comedia. Esto último es lo que le ha ocurrido al cómico Facu Díaz tras hacer un sketch sobre el Partido Popular. También podríamos hablar de la que se le montó al cantautor Javier Krahe tras un vídeo en el que metía un crucifijo en un horno. No, no se equivoquen: la derecha de este país no defiende la libertad de expresión. Sí, están en contra de que el yihadismo mate. Pero ya está.

Por otro lado, creo que lo verdaderamente peligroso, políticamente hablando, no es el terrorismo en sí, pues en nuestro entorno, en la Europa occidental, nadie con dos dedos de frente mostrará jamás simpatía alguna hacia el ISIS, Al Qaeda o similares. Lo realmente peligroso es la reacción que este fanatismo despierta, el fanatismo opuesto. El sábado pasado, al ver ciertas tertulias, recordé los debates que se produjeron a raíz de casos como el de Marta del Castillo o la niña Mari Luz.

Recordé a periodistas y políticos pidiendo más dureza en las penas contra los niños e incluso la implantación de la cadena perpetua. Recordé como aquellos que, en teoría, tienen la responsabilidad de difundir los valores democráticos, pedían venganza y no justicia, como exigían una legislación nacida de las entrañas y las bajas pasiones y no de la razón. Y si lo recordé fue porque lo estaba reviviendo. Vi cómo se hablaba de “contraatacar”, es decir, de ir a países lejanos a matar terroristas, a sembrar más caos y más violencia, a inocular más odio y rencor en las mentes de unos niños que crecerán sin unos padres asesinados a manos de las grandes potencias de Occidente.

Parece que no hemos aprendido que reventar poblaciones, condenando a sus gentes a la miseria, es lo que más fundamentalismo crea. Quienes piden una reacción “ejemplar” crean el caldo de cultivo para el avance de los monstruos. En Francia se lleva viendo un tiempo. Marine LePen, líder del Front National, el partido que más votos cosechó en las pasadas elecciones europeas, ya ha pedido realizar un referéndum sobre la pena de muerte. Eso es lo verdaderamente peligroso: utilizar la barbarie para implantar más barbarie. Eso es el fascismo.