- Aunque no de manera oficial, hace tiempo que, en el discurso de los partidos políticos, se nota que estamos en campaña electoral.

Las consignas y las aseveraciones sin argumentación son la regla a la hora de enfrentar al adversario. Yo mismo lo sufrí hace unos días en un debate con representantes de otros partidos. “En el PSOE estamos por el cambio. Hay que hacer las cosas desde el diálogo. Está claro que hemos antepuesto el corazón al interés. Ciudadanos es el único que ha trabajado porque haya gobierno. Podemos quiere romper España”.

Este tipo de frases hechas, de dogmas sin una explicación que justifique lo que se afirma, era lo único que un servidor recibía por parte de los representantes del Partido Socialista y Ciudadanos, a los que les daba igual la réplica. No escuchaban los argumentos expuestos contra aquello que ellos enunciaban. No contraargumentaban, sino que se limitaban, en su turno de palabra, a volver a repetir lo mismo que ya había sido expuesto y desmontado o desmentido. “Le pido que debata conmigo como parlamentario”. Esto tuvo que casi suplicar Pablo Iglesias a un Pedro Sánchez que no miraba ni escuchaba a sus interlocutores durante su investidura fallida. Al fin y al cabo, traía el discurso escrito. Y a eso se iba a ceñir en absolutamente todas sus intervenciones, a mantener una conversación de besugos. Parlamento en los que no se parlamenta y debates en medios de comunicación en los que nadie se atreve a debatir. Así es la cosa.

Sí, estamos en campaña electoral y durante estos casi dos meses vamos a asistir a un recrudecimiento del argumentario básico contra Podemos. Aparte de ETA y Venezuela nos van a insistir en que lo que Podemos propone es irrealizable. Resulta curioso que quienes estos dicen se consideren, a la vez, demócratas. Resulta curioso que no se den cuenta de que lo que están diciendo es, ni más ni menos, que no vivimos en un estado democrático. Y que está bien que así sea.

Es algo que se ve muy bien en un ejemplo que ya he utilizado más veces: “Si haces a las grandes empresas pagar lo que dice la ley se llevan la empresa a otra parte”. Esta afirmación encierra una “verdad” siniestra: la de que el poder democrático no es el verdadero poder, sino una fachada que siempre debe plegarse al verdadero poder: el de aquellos con el suficiente dinero como para situarse por encima de la ley. Lo que se dice es: “No vais a poder hacer lo que decís que queréis hacer porque ya nos vamos a encargar nosotros, los poderosos que nos hemos sido votados, de que sea imposible que lo hagáis”. Ya no hacen falta golpes militares. Basta con hacer del poder político algo inservible.

Esta campaña se va a dividir en discursos que niegan la posibilidad democrática y discursos que, por el contrario, reclaman la posibilidad de recuperar la democracia, las instituciones, el Estado de Derecho.

Espero que quienes sostienen lo primero, al menos, tengan el coraje de defender su postura con argumentos y no con consignas.