- No existe acuerdo a la hora de adjudicar la famosa frase: "Cada vez que oigo la palabra cultura, echo mano a la pistola".

Algunos se la atribuyen a Goebbels. Otros, a Goering. Otros, a Millán-Astray. Es coherente que cualquiera de los tres pudiera ser el autor. En el caso del sanguinario legionario español, cuyo nombre aun señala una de las calles más céntricas de nuestra ciudad, no es de extrañar si tenemos en cuenta otra de las lindezas dialécticas por las que pasó a los libros de historia. Hablo, claro está, de aquel enfrentamiento con Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca. "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!" fueron las palabras del famoso manco, muy en la línea de la brutalidad desalmada de los líderes del alzamiento. Imposible olvidar a Queipo de Llano aplaudiendo en radio las violaciones de mujeres republicanas : "Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso, también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado, porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora, por lo menos, sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen". Salvajes.

El caso es que parece que a la derecha de este país, sea en su versión franquista, sea en su versión "post-transición", siempre le ha molestado todo lo que oliese a Cultura o Educación. Todavía hoy, cuando justifican el Golpe de 1936, tenemos que soportar la repetición del relato franquista sobre la República. Por supuesto, no hablan del salto de gigante que en el mundo intelectual significó aquel proyecto que intentó limitar los privilegios del Clero y las oligarquías. "Los dos bandos hicieron cosas horribles", nos cuentan. Pues claro, como en todas las guerras, pero mientras unos defendían la democracia, la legalidad, los derechos sociales y la libertad, otros defendían la dictadura y la barbarie. Defendían "la muerte de la inteligencia".

Los herederos de la sinrazón han cogido el relevo de tal cruzada. Suben el IVA cultural, elevan las tasas universitarias e implantan una ley educativa con la oposición de profesores, alumnos y padres y madres. La existencia de una asignatura que forme en valores democráticos es "adoctrinamiento", pero que haya espacio para enseñar religión está dentro de la "libertad". Atacan a la Cultura y a la Educación un día sí y otro también. Y con Ceuta, directamente dependiente del Ministerio, se ensañan. Tras el intento de limitar los bachilleratos, el siguiente paso se ha mostrado como una ofensiva directa contra los profesionales de la enseñanza. Los "evaluadores" escogidos por la Dirección Provincial han decidido que directores de instituto con décadas de experiencia a sus espaldas no sólo no son válidos para ejercer la labor que llevaban desarrollando tantos años, sino que son, prácticamente, las últimas personas que uno desearía encontrarse en puestos de tanta responsabilidad. O eso dicen las notas ínfimas y humillantes que, para asegurar su suspenso, han recibido. Llama la atención que los suspendidos hayan sido directores "molestos".

Ante tanta maldad, los demócratas estamos en la obligación de mostrar nuestra solidaridad con las víctimas y con todo el cuerpo de profesionales de la golpeada y despreciada Educación ceutí. No podemos consentir que estos "hijos" de Millán-Astray hagan uso de las leyes y la Administración de forma tan descaradamente partidista y cruel.