Al parecer, fue Albert Einstein quien dijo aquello de: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. El pasado viernes en el Congreso de los Diputados, Pedro Sánchez dejó caer que, tras el eminente fracaso en el intento de Mariano Rajoy por ser investido, asumiría su responsabilidad de buscar un gobierno alternativo con las “fuerzas del cambio”. Tras la votación, diferentes medios de comunicación publicaron que fuentes del Partido Socialista hablaban de volver a entablar conversaciones con Podemos y Ciudadanos.

El PSOE debería hacer caso del consejo que nos dejó el autor de la teoría de la relatividad. Más aún tras la enésima demostración de que Ciudadanos, lejos de pertenecer al ámbito del “cambio”, representa lo mismo que el Partido Popular. Tras el acuerdo firmado entre los naranjas y los socialistas después del 20-D, Albert Rivera dijo: “Hemos evitado que Podemos llegue al poder. Ahora sólo falta que el PP vuelva a la mesa”. Begoña Villacís, portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Madrid, afirmó lo mismo en diferentes ocasiones. “Nuestro principal interés es que Podemos no entre en el Gobierno” decía en marzo. En otra entrevista, esta vez en el mes de julio, volvería a dejar claro, sacando pecho por la hazaña lograda, que el único motivo de aquel acuerdo era el de “alejar al Partido Socialista de lo que venía siendo su pacto natural”. Pretender que Podemos pueda alcanzar un acuerdo de gobierno con un movimiento nacido de las entrañas del poder y con el único objetivo de evitar que Podemos pueda alcanzar acuerdos de gobierno es una tomadura de pelo. Una tomadura de pelo que no cuajó y que no puede cuajar.

Si el Partido Socialista está en contra de las políticas de Rajoy, si se niega a alcanzar acuerdos con el Partido Popular Azul, lo coherente es que haga lo propio con el Partido Popular Naranja. En política hay que elegir y la única alternativa real a Rajoy es hoy la misma que hace unos meses: un gobierno con Unidos Podemos que trate de lograr el apoyo de 176 diputados en la Cámara Baja. Ciudadanos dirá que No, pero no tienen por qué decir lo mismo las fuerzas catalanas y vascas.

Diferentes gobiernos del PP y del PSOE han sido sostenidos en distintos momentos por el PNV, Esquerra Republicana o CiU, del mismo modo que ha sido el nacionalismo el que ha hecho posible que los de Rajoy controlen la Mesa del Congreso esta legislatura. No es extraño que el argumento de “la ruptura de España” sólo se ponga encima de la mesa cuando es Podemos quien apuesta por explorar la vía del diálogo con los nacionalistas para lograr su voto a favor en una posible investidura para un Gobierno de cambio. Al fin y al cabo, tampoco importaba Venezuela cuando el corrupto Carlos Andrés Pérez, el amigo de Felipe González, mandaba al Ejército a disparar contra su propio pueblo.