- Mientras se bebe su café, me repite más de tres veces que no quiere hablar de política.

Dice que no tiene opinión política y no desea hablar de Bashar al-Asad, ni de los rebeldes, ni del papel de las potencias extranjeras en el conflicto de su país. Lo único que Naser quiere es que, tanto su penosa situación como la de sus compañeros y compañeras, termine de una vez, y para ello, me pide inocentemente que le envíe una carta al nuevo Rey de nuestro país, Felipe VI. Le digo que lo haré, pero también le digo que don Felipe no la leerá. Poco le importa a un Borbón lo que le pueda pasar a él y al resto de sirios que llevan más de un mes y medio acampados en la Plaza de los Reyes. Asiente resignado y continuamos charlando.

A sus 49 años, Naser ha visto medio mundo. En el desempeño de su profesión de comerciante, es mucho el tiempo que ha pasado viajando por el globo, viajes que poco tienen que ver con el que le ha llevado a terminar durmiendo en una tienda de campaña junto a su mujer y algunos de sus hijos. Me cuenta que jamás hubiera esperado este trato de un país europeo. “Nos están castigando por protestar. Yo conozco Francia y creo que esto sería impensable allí. Antes de terminar aquí, estuve en Egipto, Argelia y Marruecos. Sin duda, Ceuta es el lugar donde peor me han tratado, donde he sentido que más se han vulnerado mis derechos”. Este es el testimonio de Naser, un hombre que vivía bien en su tierra y al que las circunstancias le llevaron a partir en julio de 2012.

La de Siria es una de las guerras más atroces del siglo XXI. Más de 150.000 muertos, 3.000.000 de refugiados y la utilización de armas químicas como una constante son sólo algunos de los datos que nos deja este conflicto que dura ya más de tres años. Naser tuvo que huir. Ver, oir y sentir los cohetes a diario le obligó a hacerlo.

Comenzó su periplo con unos miles de dólares en el bolsillo. Hoy, lo único que le queda son las ganas de darle un futuro a su familia, pero la situación en Ceuta, asegura, no se lo pone nada fácil, algo que se teñirá de mayores dificultades durante los próximos días. El Ramadán se acerca y la Plaza de los Reyes no es el lugar más idóneo para estar días y días sin comer ni beber. Algunos les aconsejan volver al CETI, pero Naser no está dispuesto a hacerlo. “Las condiciones en el CETI eran humillantes e infrahumanas. Diez familias convivíamos hacinadas en una misma sala y no había ningún tipo de intimidad”. Y es que debemos tener en cuenta que muchas de estas personas disfrutaban de un nivel de vida medio en su país, eran trabajadores con familia o estudiantes que jamás pensaron que se podrían ver en esta situación. El choque de realidades, para muchos, ha sido y es traumático.

Cuatro son los meses que Naser y los suyos llevan en nuestra ciudad. No saben cuál será su destino si finalmente logran que se les conceda el estatus de refugiados políticos. Tal vez Barcelona, donde tienen familia, pero nada es seguro hoy por hoy. Hace rato que no queda café en nuestros vasos. Nos damos la mano, le deseo suerte y nos despedimos.