Leer a los adversarios no sólo debería ser una obligación para cualquiera que se tome la política en serio; en muchas ocasiones, puede ser algo enriquecedor, siempre y cuando, claro está, el contenido del planteamiento rival esté basado en ideas y razonamientos dignas de tal nombre y no en la mera expulsión de espumarrajos.

No es lo mismo escuchar las infamias que cada día suelta por la boca un miserable como Eduardo Inda que leer un artículo de Pedro J. Ramírez sobre, por ejemplo, su visión de la Revolución Francesa, del mismo modo que, en las filas populares, nada tienen que ver los estilos chulesco y chabacano de Rafael Hernando y Celia Villalobos con la erudición de un tipo como José María Lasalle. Si hablamos de este partido a nivel local, siempre se han hallado diferencias más que sustanciales entre las letras rejuntadas de Juan Carlos Trujillo y los escritos de Carlos Rontomé. Sin embargo, el ansia del segundo a la hora de culpar a Podemos (y allegados) de todos los males del mundo le está haciendo caer, con demasiada frecuencia, en una falta de rigor, cuando no en una voluntad clara de confundir, más propia del primero. Ya en noviembre del año pasado publicaba un artículo titulado “Nosotros, los entes” en el que ponía a parir a Julio Anguita por unas palabras que no se había tomado la molestia de escuchar en su contexto, pues, de haberlo hecho, habría tenido claro, al instante, que nada tenía que ver la realidad de los hechos con las acusaciones que decidió verter contra el ex dirigente comunista. Entonces, la antipatía ideológica venció a la seriedad analítica. En su artículo del pasado jueves vuelve a ocurrir todavía con mayor obscenidad y, al igual que el pasado noviembre, tampoco esta vez he podido evitar contestarle.

En “Cerrando el círculo”, Carlos Rontomé acusa a “la izquierda totalitaria” (así se refiere, en su rigurosidad, a Podemos) de mentir, de propagar un bulo sobre la muerte de un inmigrante en Lavapiés, provocando así un conflicto urbano evitable sin la difusión de dicha mentira. Esto lo escribe el 22 de marzo, omitiendo (tal vez por ignorancia, tal vez por mala fe) algo fundamental: que el 17 de marzo (cinco días antes) ya se había publicado en diferentes medios que lo escrito por miembros de Podemos y de la corporación municipal en twitter seguía la versión que, en un principio, habían dado nada y nada menos que las propias fuentes policiales. Así, a “la izquierda totalitaria” a la que se refiere Rontomé se la podría acusar, en todo caso, de precipitarse, pero no de mentir. Es más, el error de la gente de Podemos y de Ahora Madrid no es ajeno a la propia práctica político-discursiva del señor Rontomé (y de casi todos en este mundo de inmediatez), quien, en una tertulia en la que coincidimos para hablar de Catalunya y el 1-O, quiso demostrar que las cargas policiales no habían sido para tanto apoyándose en que la anciana que aparecía siendo violentada por la policía en una de las fotos difundidas en redes era la misma anciana que aparecía en una foto con Otegi. Dejando de lado que ni aun siendo cierto se estaría demostrando nada, resulta que el dato era falso y que ya se había desmentido: la anciana de la foto con la policía y la de la foto con Otegi eran personas distintas.

Carlos Rontomé quiso (en teoría) denunciar un bulo y fue él quien acabó difundiendo uno. Es posible que no estuviera al tanto del desmentido y que, en consecuencia, pensara que estaba diciendo la verdad. No se le puede acusar de mentir, igual que no se puede acusar de mentir (si aún guardamos un mínimo de amor por la verdad) a quienes escribieron en twitter algo que luego, al parecer, se demostró erróneo. No obstante, hay dos diferencias de calado: 1) Cuando miembros Podemos y Ahora Madrid escriben en twitter, su versión es todavía la oficial, no como cuando Rontomé habla de la “abuelita de Otegi”. 2) La fuente en la que se apoyan Podemos y Ahora Madrid es la Polícía, no un panfleto pillado en mil mentiras como Okdiario.

Sin embargo, lo más grave (por zafio y malicioso) de “Cerrando el círculo” no es que parta de una falsedad que, por tanto, invalida todo el contenido del artículo, sino el siguiente extracto del mismo: “Pablo Iglesias lo definía certeramente: 'mi partido está en la legalidad mientras esta le permita adquirir lo que necesita; fuera cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones' ”. Resulta obvio que hoy día en España decir Pablo Iglesias es llamar a pensar en una coleta. Resulta más obvio que en un artículo sobre Podemos, decir Pablo Iglesias es decir Pablo Iglesias, líder de Podemos. Pues bien, la cita de la que echa mano Rontomé no es de Pablo Iglesias Turrión, secretario general de la formación morada, sino de Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE y la UGT. No dejar esto claro es invitar deliberadamente a la confusión, pues el autor es consciente de que la inmensa mayoría de lectores (y no sólo los “iletrados”) pensará que hablamos de una frase dicha por el secretario general de Podemos, por el dirigente de una fuerza política española del s.XXI y no por el líder de un partido a finales del s.XIX o principios del s.XX (sería importante también, para ser serios intelectualmente y justos con el fundador del Partido Socialista, hacer mención al contexto en que pronunció tales palabras). Sabe que lo que él ha escrito hará que la gente crea algo que él sabe que no es verdad. Y eso se llama mentir. O propagar un bulo, como prefieran.