- “El patrimonio de ocho de las grandes fortunas españolas gestionado a través de Sicav -sociedades de inversión de capital variable- aumentó hasta septiembre un 12% y superó los 3.000 millones de euros según datos del mercado”.

Lo que acaban de leer corresponde a un extracto de un artículo aparecido en el diario Público. Al lado, otro titular: “El aspirante a presidir la CEOE aboga por salarios más “flexibles” y despidos más baratos”.

Estas dos noticias conforman parte de la fotografía de un país sumido en la podredumbre de un sistema diseñado con el único objetivo de maximizar los beneficios de los oligopolios. Sólo acudiendo a dicha lógica enfermiza y macabra es posible explicar que mientras los grandes empresarios ganan más y más dinero, los representantes de sus organizaciones de clase pidan más sacrificios a un pueblo empobrecido, asfixiado, asediado. En España, por primera vez, las rentas del capital superan a las rentas del trabajo.

Esto quiere decir que unas pocas manos acaparan más fortuna que el grueso de los trabajadores, es decir, que la gran mayoría. Aun así, no tienen suficiente, su codicia es infinita y piden más esfuerzo, más flexibilidad, más tensión en la soga. Nos dicen que tenemos que ser competitivos. La competitividad, traducida del lenguaje de estos vampiros a la lengua común, no es otra cosa que hacer más pobre al pobre para que el rico pueda ser más rico. No es más que apretar el acelerador en la carretera hacia el subdesarrollo.

Las políticas de austeridad no están sirviendo para que salgamos de la crisis, sino para que algunos hagan negocio con lo de todos y todas. Para muestra un botón: en 2008 teníamos una deuda de un 40% y pagábamos 16.000 millones de intereses. Hoy, la deuda es más del 100% del PIB y pagamos el doble de intereses. El número de millonarios crece, la natalidad cae, tener un puesto de trabajo ya no es garantía de bienestar y la pobreza infantil continúa aumentando.

Este es el resultado de las políticas llevadas a cabo por el PP y el PSOE con la complacencia de la CEOE. Este es el resultado de la mal llamada austeridad. Y ya pueden hablarnos de Venezuela, de los populismos o de Satanás, que lo que a la gran mayoría nos da miedo es continuar así.