Ayer noche, haciendo zapping, dejé un par de minutos “La noche en 24 horas”, el programa de debate político de Televisión Española en el que, como no podía ser de otro modo, trataban la desagradable noticia del día: el asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. Fernando Jáuregui y Carmen Morodo eran dos de los periodistas (todos conservadores, todos de régimen, por supuesto) que se encontraban en la tertulia y ambos, al igual que sus compañeros de mesa, fueron igual de tajantes a la hora de condenar los numerosos comentarios leídos en twitter a lo largo de la tarde en los que se expresaban sentimientos de alegría o de simple indiferencia ante el trágico suceso. Dejaban a un lado tanto el debate político como el drama humano para entrar de pleno en lo fácil: expresar y acentuar su repulsa ante la mala malísima maldad de los tuiteros. Entraban a tratar un tema del que servidor ya se había cansado hacía unas horas. Creo, sinceramente, que el debate debería ser otro.

Que haya tanta gente alegrándose de la muerte de un político del PP debería, lejos de convertirnos a todos en jueces morales, hacernos reflexionar sobre lo que está sucediendo en este país. Que tanta gente se alegre de la muerte de alguien no es más que el reflejo de una situación de malestar y desesperación en la que la sociedad, harta y hastiada, exige culpables y se siente incapaz de mostrar la más mínima empatía para con esa casta cómplice de tanta desgracia. Ante tal panorama, la solución no pasa por detener, encerrar a o juzgar a todas esas miles de personas capaces de decir “Que se joda” en una red social, sino por invertir la realidad de las cosas y que la gente deje de sentirse humillada, saqueada e insultada por la casta. No es una cuestión jurídica ni policial, sino política. Hay que rescatar la política de las manos de las élites para volver a convertirla en un arte plebeyo y popular, en algo de la gente. Entonces nadie se alegrará de la muerte de un político, pues no será la muerte de un enemigo, sino la de un compañero. No debemos juzgar a quienes dicen cosas de mal gusto en twitter; debemos preguntarnos por qué tantísima gente dice cosas de mal gusto en twitter. Esa es la verdadera raíz. Por cierto, ya que hablamos de twitter, no estaría mal mencionar al otro bando, al de los moralistas de todo a cien que, con frases hechas del tipo “Condeno la violencia venga de donde venga” o “Los extremos se tocan” nos estafan a diario reduciendo el redil político a un juego de trileros en el que, o eliges entre A o B, o te ves condenado a ser blanco de la descalificación de los guardianes de la bondad y al suspenso de los que reparten carnets de demócratas.

A la ‘neocón’ Isabel Durán le faltó tiempo para llamar “Impresentable” al politólogo y líder de la Plataforma Podemos, Pablo Iglesias, por haber tenido la osadía de comparar la desgracia de la señora Carrasco con la de todas esas personas que, golpeadas por el paro, los desahucios, la pobreza y el olvido, deciden quitarse la vida. Otra Isabel, San Sebastián, escribía lo siguiente: “El asesinato de Isabel Carrasco NO es una venganza personal, sino vinculada al cargo. Quienes defienden los escraches personales, tomen nota!”. Ante los ataques por asociar a la gente que pone pegatinas con el lema “Sí se puede” en el portón de González Pons con quienes matan a políticos, la periodista respondía de la siguiente forma: “Cuando se identifica un problema con una persona se le está poniendo una diana en la frente”. Sí, Isabel, es lo que tú haces: señalar a Ada Colau y la PAH cuando alguien decide tirotear a un miembro del Partido Popular. Asqueroso. O como diría tu tocaya, “impresentable”.