Resulta curioso como, con el transcurso de los años y conforme adquirimos conocimientos de todo tipo que nos facilitan el corto paseo por la vida, llega un momento en que encontramos respuestas a cuestiones que jamás nos habíamos planteado. Algunas de ellas tienen que ver con la adquisición del lenguaje, concretamente en lo que a vocabulario se refiere. Les voy a ilustrar lo que quiero decir con un par de ejemplos:

 

El primero se remonta a mi infancia. Recuerdo que al lado de mi casa había una tienda de barrio (me acuerdo incluso del olor), donde vendían, entre otras cosas, bocadillos de todo tipo. Me llamaba la atención uno que tenía un nombre curioso: “chopespor” (a veces escrito chopespord). En aquella época, la palabra chopespor, o también chope, o choped, sonaba tan natural como puede ser chorizo, mortadela o cualquier producto que incluir en un bocadillo, es decir, uno no se planteaba que esa palabra, en definitiva procedía de otra lengua. Con el paso de los años, descubrí que en realidad no era chopespor, sino chopped pork. Pero qué quieren que les diga, por una cuestión quizá sentimental, yo le sigo llamando chope. Y si es de pavo mejor.

 

El segundo ejemplo también proviene de aquella época infantil en la que usábamos un spray para acabar con las moscas. ¿Quién no recuerda a su madre diciendo que hay que comprar “fli” para matar las moscas y mosquitos?. Otra palabra que, años después descubrí que provenía de fly repellent.

 

Valgan los ejemplos para ilustrar la idea principal: palabras que no son nuestras pero las aprendemos como si lo fuesen. En definitiva, pequeños préstamos que asumimos y usamos pero que tal vez, nunca nos planteamos de dónde provienen. Ahora, si les apetece, les propongo un juego. ¿Qué palabra llevan toda la vida usando, que en algún momento descubrieron que provenía del inglés?

 

Saludos.