Llevo mucho sin escribir en este espacio. Demasiado. Pero los pocos fieles que me queden deberán perdonar que en mi retorno no me esfuerce en denunciar nuevas cacicadas, innumerables maldades, ni dedique mil y un epítetos a mi admirado y nunca siempre lo suficientemente denostado presidente Vivas. No, hoy toca algo distinto. Acabo de escuchar en La Linterna de la Cadena Cope a una de las personas que seguramente más influencia han tenido de forma indirecta sobre mi educación, a uno de los hombres ajenos a mi circulo familiar y más cercano  que más ha tenido que ver para que llegue a ser lo que todavía no estoy muy seguro si soy. A un genio, a un maestro. Acabo de escuchar en la radio a José Luis Garci, y no tengo más remedio que postrarme de rodillas y decir gracias. No, no decir, suplicar gracias. Gracias, señor Garci.Gracias por todo, señor Garci.

Gracias por que siempre sea una delicia escuchar hablar de cine a la persona que más lo ama en este país y mejor lo ha hecho. Gracias porque cada vez que escuche Begin the Beguine o el Canon de Pachelbel los pelos de todo el cuerpo luchen por escapar de mi piel y las lagrimas surjan en torrentes de mis ojos. Gracias por la eterna fantasía de encontrarme a una rubia conduciendo un descapotable por Sunset Boulevard. Gracias por los recuerdos. Gracias por los sentimientos. Gracias por los Martinis que nunca nos tomaremos juntos, pero por los que siempre brindaremos.

Y es que aunque para muchos Garci nos reconcilie con el no siempre dignificante hecho de haber nacido en este país que pese a quien pese se sigue llamando España, es cierto que para gran parte de la población el nombre de José Luis Garci no es más que sinónimo de películas 'aburridas', ya sean las por él mismo dirigidas, ya sean las que con cuyo visionado nos deleitó por la pequeña pantalla y que sirvieron para educar cinematográficamente a toda una generación de cinéfagos.

Pero guste o no guste, José Luis Garci es una de esas personas tocadas por la varita mágica del destino. Un hombre con una idea y muchas pasiones, un director de cine como la copa de un pino que nos llevó a la gloria del Oscar por primera vez. En una época en la que tantos artistas progres que reniegan del cine americano pierden lo indecible por subir al escenario del Kodak Theatre a recoger un galardón, Garci ya cuenta en sus vitrinas con un premio que seguro supo a gloria a un hombre enamorado, como yo, de Capra, de Hitchcok, de John Ford, de Casablanca por encima de todas las cosas. De hecho, Garci es la única persona de la que tengo constancia en este país, seguramente hay más pero no tengo el placer, que ama el Café de Rick más que los hermanos Campoamor.

Porque Garci es la persona que mejor supo retratar la Transición en este país, porque Garci nos demostró que en España se puede practicar el cine de género igual que en Hollywod, porque Garci se empeña en que cada vez que escuche El Salón de la Rey de la Montaña recuerde las peores pesadillas de mi niñez, trasladas punto por punto hasta mi edad adulta. Porque don José Luis Garci se merece que este país le alabe como el gran genio que es, posiblemente el mejor cineasta español de los últimos treinta años.

No he escrito ni la mitad de lo que quería decir, seguro que no he sido capaz de trasmitir ni una décima parte. Pero tenía que cumplir con este requisito, tenía que saldar mi deuda. El Canon de Pachelbel acaba una vez más en el reproductor y sólo puedo decir: Gracias por todo, maestro.

P.D. Y sobre todo, gracias por Elsa Pataky.