Las luces se apagan, las velas se encienden. Hace un calor de mil demonios y me siento un poco como Philip Marlowe en el vivero, aunque no sé si dejan tan elevada la calefacción para mantener con vida a las orquídeas o al general Sternwood y el frente juventud. Y entonces aparece él. La música atrona, los aplausos la superan. Con parsimonia y porte erguido cruza la sala él. El único. El inigualable. Don Juan I de Ceuta y II de Jáudenes, gobernante excelso por la gracia de Simarro y Piedra. La masa apenas puede contener la emoción de tributar su alabanza al Cesar. Estas cosas con Jesús no pasaban.

Y lo peor de todo es que la esperpéntica escena anterior responde tan sólo a la celebración de la Copa de Navidad del PP. No me quiero ni imaginar lo que fue el Ulises el día de las elecciones de mayo. Seguramente me hubiese provocado náuseas.

Recuerdo cuado yo apenas levantaba algo más de un metro del suelo y correteaba alegremente por la sede y el patio de Real 90. El PP es mi partido, nunca lo he negado. Con los años me he convertido en un liberal convencido, y esas siglas, me guste más o menos, siguen siendo las únicas que lejanamente responden a mi ideología, aunque los años de Aznar queden cada vez más enterrados en el pasado y Esperanza no termine de tomar el protagonismo que le corresponde. Pero hay un problema, el PP parece haber caído en manos de pusilánimes centristas y acomplejados demócratas-cristianos obsesionados en perder su identidad. La situáción en España es grave, en Ceuta está en coma y con pie y medio en la tumba. Porque en Ceuta, el PP se ha convertido en un partido de travestis.

No me entiendan mal ni se me enfade nadie. De travestis políticos, quiero decir. Desde hace años defiendo que la sede popular ha sido invadida por una horda de zombies izquierdistas, que pergeñados bajo unas siglas que por la coyuntura política nacional por fin tenían tirón en la ciudad, enarbolan la bandera de la gaviota con un único objetivo, el beneficio propio y la búsqueda del interés personal. Antaño, cuando como digo apenas levantaba un metro del suelo, el PP era un partido pequeño, pero con ilusión y ganas de trabajar. Hoy en día se ha convertido en uno de esos partidos-administración, que hace del pago de cuentas con los de la casa, de la colocación sistemática de los afines en puestos de responsabilidad, en definitiva, del servilismo más rastrero su única forma de vida.

Un partido que hace todo lo contrario que en teoría debiera. Cuyo presidente regional destroza su doctrina defendiendo la intervención estatal en la economía, que hace gala de libros gratuitos y con un presidente del Gobierno local que afirma sin rubor que él no cree en el superavit presupuestario. En un mundo en el que el PP defiende una tasa por el consumo excesivo del agua y el PSOE pide su eliminación porque es tan sólo una medida recaudatoria algo raro está pasando. Es la revolución del travestismo de siglas.

Una operación integral de cambio de sexo político que alcanzó su paroxismo con las palabras de Vivas y Gordillo defendiendo el trabajo "eficaz y honesto" de un hombre que "ha dado su vida" por el PP. No sabía yo que Paco Paris tuviese tan sólo un año y medio de vida, porque es justo lo que hace que entregó su carnet de socialista en la sede del PSOE de Andujar, días antes de convertirse en el mayor adalid del Vivismo. Cosas del hombre de las acequias, las revistas y los certámenes de acuarelas y guitarra. El empeño de Vivas por defender a alguien que no es que sea sospechoso, sino que es que en su propio cargo en Ceuta ya se le han descubierto asuntos nada claros, reitero lo de las revistas y los certámentes entre cuerdas reales y paletas de pintura, pasa ya de ser simplemento enojoso a avivar el mal olor de la sospecha. Pero yo soy el malo y un rojo. Realmente mal van las cosas en esta ciudad, cuando lo más parecido que hay a un partido liberal es el PSPC. Estas cosas, con Jesús, no pasaban.