- ¿Qué queda del 15-M? Esta es la pregunta que se lanzaba el 15 de mayo de 2012 y volvía a plantearse el mismo día en 2013, 2014 y 2015. Por supuesto, 2016 no podía ser una excepción. La respuesta es muy sencilla: todo.

Todo lo positivo que hoy ocurre en la vida pública del país tiene su germen en aquellas plazas que se llenaron de indignación hace cinco años. El 15-M fue el inicio de un nuevo sentido común que desde entonces ha ido madurando y dando pie a un sujeto político diferente, conformado por distintas procedencias y sensibilidades pero fundamentado en la constatación de que nuestra democracia estaba siendo robada y había que recuperarla.

¿Cómo explicar la irrupción de Podemos sin retroceder al 15 de mayo de 2011? ¿Cómo analizar el fin de un bipartidismo que parecía inquebrantable sin pensar en el famoso “Lo llaman democracia y no lo es”? ¿De qué manera abordar el hecho de que una activista antidesahucios sea hoy la alcaldesa de Barcelona? ¿Cómo es que todos los actores políticos, hasta los más casposos, se ven obligados a hablar de “regeneración”? ¿Quién puede negar la influencia del 15-M en la repolitización de una sociedad española que hoy consume debates políticos en prime time?

En Ceuta, aquello que el 15-M fue capaz de poner encima de la discusión política cobra más importancia que en cualquier otra parte del territorio nacional. Asumir que “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros” en la ciudad con más paro, fracaso escolar, desempleo juvenil y personas en situación de pobreza y exclusión social es una obligación moral que debe formar parte de la más elemental responsabilidad cívica. Tras cinco años de 15-M seguimos caminando. Seguimos creando pueblo, con el paso corto y la mirada larga. Porque fueron, somos; porque somos, serán.