- El Colegio Oficial de la Psicología de Ceuta (COPCE) se suma a la iniciativa de la Federación Mundial del Corazón, con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de la UNESCO, de proclamar cada 29 de Septiembre Día Mundial de las Enfermedades Cardiovasculares, desde el año 2000, con objeto de concienciar a la sociedad de la gravedad de un problema sociosanitario que se cobra 17,5 millones de muertes al año y que se estima ascenderá a unos 23 millones para 2030.

Cada año se dedica la conmemoración a destacar alguno de los principales factores de riesgo relacionados con estas afecciones. Este 2016 se dedica al cuidado de la alimentación promoviendo la reducción del consumo de alcohol, grasas, azúcar o sal, las comidas basura fuera de casa (sustituyéndolas por comidas hechas en casa) y aumentando la ingesta de frutas y verduras frescas. Además, se apuntan a otros factores físicos de riesgo como tener colesterol, diabetes mellitus, avanzada edad, hipertensión, genes heredados, obesidad, sexo varón, etc.

Sin embargo, el COPCE quiere destacar aquellos factores de riesgo psicológicos directamente relacionados con una mayor vulnerabilidad a padecer algún problema cardiovascular, entre los que destacan el estrés, la ansiedad, el consumo de drogas o el sedentarismo (derivado éste a veces de trastornos emocionales como tristeza o depresión). Son múltiples los estudios de investigación que demuestran que se daría una drástica reducción de la incidencia de estas enfermedades en personas capaces de gestionar adecuadamente las tensiones del día a día, sus emociones, temores y preocupaciones.

Por ello, a juicio del COPCE, se hace una vez más necesaria la implantación de atención psicológica primaria para fomentar en las poblaciones de riesgo una sistemática labor psicoeducativa que por un lado sustituya hábitos insanos por saludables y, por otro, proporcione herramientas de afrontamiento del estrés y la ansiedad y traten los estados emocionales negativos.

Así mismo, es fundamental atender psicológicamente a las personas afectadas por estos factores de riesgo para evitar complicaciones, reducir la probabilidad de futuras incidencias, el número de muertes y el altísimo coste sanitario que suponen los tratamientos farmacológicos, las intervenciones quirúrgicas correctoras o los trasplantes. Y por supuesto, para mejorar la calidad de vida de la población, mejorar su estatus sanitario medio y, una vez más, incidir en la prevención por encima de la cura.