Se les acabó su tiempo, ha sonado la campaña, han bajado el telón, salieron ya los créditos… el público se fue hace rato después de abuchearles y tirarles tomates. Todo ha sido un montaje, una pantomima, un fraude, un engaño… y “la gente está que trina”.

Recojan sus cosas –sólo las suyas- y lárguense. Ya les enviaremos la factura por los platos rotos. Esto no va a quedar así. La vajilla hay que reponerla porque entre las piezas que os llevasteis y las que habéis roto, nos hemos quedado sin poder servirnos la comida, nuestro sustento diario. En realidad, nos hemos quedado sin poder servirnos la comida, nuestro sustento diario. En realidad nos habéis dejado sin comida. ¡Qué digo, sólo la comida: sin trabajo, sin techo, sin educación, sin cultura, sin sanidad, sin derechos sociales, sin futuro… habéis intentado inocularnos el virus del miedo, habéis criminalizado nuestras protestas, habéis intentado colgarnos vuestra crisis y que nos sintamos culpables por “vivir por encima de nuestras posibilidades” (¡¡¡!!!).

Durante un tiempo pudisteis embaucarnos como expertos trileros que sois (“¿dónde está la bolita, aquí o aquí?”) pero ese tiempo ya pasó. El pueblo, la gente, la clase trabajadora, los empobrecidos –llamadlos como queráis-, en definitiva, esos que se acercan humildemente a las urnas cada cuatro años con la esperanza de que, por fin, su suerte y la de los suyos cambie de una vez. Esos los que engañáis con vuestra pose de señor y vuestra palabra hueca, vendedores de rastrillos, buhoneros.. ésos ya están hartos; han aprendido la lección y la lección era “si yo no hago política, otros la van a hacer por mí… y que Dios nos coja confesados”.

La gente ha decidido volver a organizarse, se ha vuelto asamblearia, reivindicativa, quiere decir su palabra de una vez por todas. Ahora se pregunta, se plantea cuestiones, comienza a cuestionar lo que antes se admitía como dogma de fe (el mercado, la economía, el capitalismo, la democracia formal y diferida…) Vuelve a tener inquietudes a ilusionarse; a creer firmemente que puede ser, que sí, que puede ser, que no estamos condenados, que todos juntos podemos salir del túnel en el que nos han metido. Pero todos juntos, sin fisuras, en un bloque; todos a una; ellos son fuertes, pero nosotros somos muchos y hasta que a estos señores no se les ocurra otra brillante idea, a día de hoy: un hombre, una mujer, un voto.

La gente vuelve -¡por fin!- a confiar en sus organizaciones políticas, sindicales, sociales, culturales para poner en marcha la sociedad que ansiamos… Y, sobre todo, se ha dado cuenta de que deben alejarse de la casta política (me vuelvo a apropiar del término) como del diablo.

Vuestro tiempo ha tocado a su fi. Esto es el Apocalipsis. Vuestro Apocalipsis.