ceuta marruecos
Justino Lupiáñez

¡A las armas, a las armas, nos atacan! Eso debió de decir un cabo de las fuerzas de lanceros castellanas cuando un 23 de octubre de 1694 vio venir hacia las murallas de Ceuta al ejército del sultán Muley Ismail. No tuvo mucho éxito ese ejército, porque impuso el asedio más largo conocido en toda la historia a una ciudad y no lograron entrar.

Dicen las malas lenguas que Mohamed VI, en la seguridad de su lujosa vida de dictador enmascarado, también diría eso si una turba hambrienta asaltara sus palacios y múltiples residencias mientras él dirige su imperio empresarial. Vaya usted a saber.

La cuestión es, porque sí, hay una cuestión, que no existe ejército oficial que nos ataque. A Marruecos no le hace falta un ejército para conquistar ningún territorio. Marruecos siempre ha tenido el síndrome de “La Marcha Verde”, por el que usa a su pueblo como punta de lanza, como morralla prescindible a la que lanza contra territorio español con la intención de ponernos a prueba, de tomarnos la medida. De vez en cuando hace esas cosas, todos recordamos el episodio de la isla del Perejil.

En mi inmensa ignorancia, cuando veo esa avalancha de personas mis prejuicios hacen que les culpe de todo, que canalice mi ira mitológica hacia los que se juegan la vida por buscar una vida mejor. Pero cuando me tranquilizo me doy cuenta de que mi ira está mal encauzada, que debería dirigirla hacia los que utilizan a esas personas.

Hay una masa de personas, hambrientas, desesperadas por falta de futuro, de trabajo, con poca formación y educación, que son manipuladas por el gobierno. Y esa masa de personas, muchas mujeres, niños, y sobre todo jóvenes (no diré “jóvenas” porque no soy tan moderno... y porque no me da la gana), son conducidos como borregos. Mediante el boca a boca, mediante rumores, proclamas e indicaciones soterradas de líderes locales son guiados por el gobierno marroquí, para que se dirijan a Ceuta y presionen, se lancen y entren como puedan. Los guardias marroquíes, por su parte, no sólo les muestran una pasividad que resulta una invitación, sino que les alientan discretamente e incluso les abren las puertas de las vallas para que pasen. Todo muy bien orquestado desde el gobierno de Marruecos, es decir, del rey todopoderoso.

Cuando hablo con un amigo que tengo en Castillejos, me dice que están cansados. Me dice que Castillejos ha quintuplicado su población en un par de décadas gracias a la actividad económica con Ceuta, y que ahora su gobierno les ha cerrado el grifo y toda la población está a punto de explotar, sin trabajo, sin nada que comer, y la tensión social es brutal.

Ese mismo amigo me dijo que el gobierno marroquí es corrupto, y Mohamed VI se enriquece a costa del pueblo. ¡Qué osadía, calumniar así a una gran figura! Pero sí, fíjense, me dijeron eso. Yo, que por supuesto no le presto oídos a tales rumores infundados, seguí escuchando. Me dijo también que su pueblo no quiere ni en pintura a su rey, pero que le tienen miedo, miedo a las represalias, a que se los lleven y encarcelen, les torturen, o les hagan desaparecer. Pero no puedo creerlo, ¿cómo un socio tan fiable de la Unión Europea podría tener esa falta de decencia y que ataque de ese modo a los más esenciales derechos humanos?

Pero en un alarde de verborrea descontrolada, este amigo mío no se queda ahí, no. Cuando se le calienta la boca, también me cuenta que todos en Marruecos saben que la administración marroquí es corrupta y cobra sobornos, desde los más básicos guardias urbanos hasta los más altos cargos. Yo, que he vivido mucho tiempo en Marruecos, pensaba que cuando algún guardia me paraba en la carretera y me invitaba a que le diese alguna compensación pecuniaria por las molestias lo hacía por agilizar el trámite por el que me detenían y me pudiera ir lo antes posible, no por corrupción. De ahí a esos comentarios malintencionados.. .hay un trecho.

También me dijeron que chantajeab... digoooo... negociaba con los gobiernos europeos bajo la amenaza de la inmigración ilegal para recibir muchísimos millones de euros y que luego esos fondos se los quedaba y les daba el uso privado que quiera sin darles cuentas a nadie.

Yo pienso, fíjense lo que les digo, que hay que ser un poco más benévolo con las opiniones y que hay que confiar un poquito en la bondad de la gente, también en el rey de Marruecos. Es un pobre hombre, no seamos así de malos con él. Él supervisa una democracia con mayúsculas, un verdadero ejemplo de participación popular en África. No creo que su inmensa fortuna empresarial se haya forjado a base de corrupción, sobornos y de quedarse con lo que debería ser del pueblo. No creo que su pueblo pase hambre y tenga falta de oportunidades porque sólo piense en enriquecerse y le importe un bledo sus súbditos. A saber qué tipo de gentuza está lanzando esas palabras llenas de odio y veneno.

Eso sí, cuando salgo de mi casa y veo una avalancha de miles de personas marroquíes que invaden nuestra ciudad, tengo la tentación de subir rápido al campanario más cercano y tocar las campanas al grito de … ¡A las armas, a las armas, nos atacan!, y luego atrincherarme con bocadillos de jamón del bueno y una bota de vino peleón, por si las moscas.