Juan Vivas y Alberto Núñez Feijóo en el XIII Congreso PP.
Juan Vivas y Alberto Núñez Feijóo en el XIII Congreso PP.
José Antonio Carbonell Buzzian

Mucho se está hablando del liderazgo del que lleva gobernando Ceuta más de dos décadas. No hay nada tan distinto como liderar o ser el jefe, porque el primero tendría la capacidad de arrastrar e inspirar a su gente, mientras que el segundo sería el de yo mando y ordeno, o sea, un liderazgo jerárquico hecho a medida para un oligarca.

De hecho, de un líder se espera que de ejemplo, responsabilidad, flexibilidad, inspiración, honestidad y competitividad, una serie de cualidades que al actual presidente del PP no se le ven por ningún sitio. Recordemos lo que hizo dentro de sus filas, se quitó del medio al único contrincante que le podía hacer mucha sombra, Javier Guerrero, una persona con las ideas muy claras, tan claras que ha tenido que formar su propio partido para poder desarrollar políticas que saquen a nuestra ciudad del túnel sin luz ni esperanzas, en el que se encuentra.

El desapego político de este dirigente y el descarrilamiento de principios éticos y morales, lo han hecho una persona egocéntrica y egoísta, no siendo un ejemplo para sus ciudadanos ni ningún espejo donde poder mirarse.

El ego forma parte de la conciencia de muchas personas, en cierta forma es la parte racional de la conducta de muchos políticos entre los que se encuentra el susodicho, que a la hora de tomar decisiones piensa solamente en sí mismo. La ironía verbal es un recurso persuasivo presente en los discursos políticos a los que nos tiene acostumbrados repletos de falacias y mentiras.

Es cuanto menos interesante el titular de un periódico donde dice que un juez pone al borde del banquillo a Juan Vivas que presuntamente sería juzgado por un delito continuado de prevaricación. Lo que está claro es que este político por activa y por pasiva apoyaba a su vicepresidenta primera Mabel Deu y que era consciente y conocedor de todo lo que ocurrió. Pero pese a todo, esto tiene tintes de que esta mujer será sacrificada y caerá como una gladiadora más, tal y como caían antaño en las arenas del Coliseo romano.

La auténtica petulancia de este político es la de considerarse imprescindible, un ser llamado a pastorear un rebaño necesitado de sus ideas y de su fortaleza dentro de un partido político que ha quedado desdibujado hace ya más de dos décadas, por estar falto de ideas y de compromiso hacia todos sus ciudadanos.

Este patético panorama político que ensombrece una ciudad como la nuestra, es por culpa de políticos sin escrúpulos algunos, que prefieren darse la puñalada antes que dialogar, enviar al matadero a quien haga falta antes de que entonen el mea culpa. Grandes pecados de este dirigente son la arrogancia por querer sentirse más inteligente que el resto y la ignorancia de creerse indispensable en guiar y tutelar una urbe como la nuestra.

“Una ciudad de ovejas, engendra un gobierno de lobos”