- Si preguntáramos a los españoles cuáles son los problemas que más les pre-ocupan, probablemente el paro, la corrupción y los recortes protagonizarían las primeras posiciones de su lista; problemas muy presentes también entre mis principales preocupaciones pero a mi juicio, el problema primordial en España se llama pobreza.

No quisiera tener que enumerarles una retahíla de cifras que no son más que eso, cifras. Pero hay veces que los números nos muestran el significado real de una tragedia. Según el último informe “El Estado de Pobreza”, las cifras actuales sobre pobreza y exclusión social afectan ya a un 27,3% de la población de España: 13 millones de personas. El extremo lo marca Ceuta. Nuestra ciudad, con un 47%, lidera el ranking de pobreza y/o exclusión social. ¿Nos damos cuenta del porcentaje? Es casi la mitad de la población. Datos escalofriantes pero ahí, lamentablemente, acaba la actualidad sobre la pobreza. El resto del año, este drama se cae de la agenda política de nuestros gobernantes.

Las diferencias sociales en nuestro país cabalgan en el corcel de la creciente desigualdad. El número de ricos y pobres crece al mismo ritmo por la gracia de una salida de la crisis que depende de los intereses más adinerados. A estas alturas, nadie duda que la riqueza de nuestro país se genera por parte de aquellos que, dan las gracias por poder ponerse un mono de trabajo. Eso sí, al gran festín sólo están invitados quienes nunca se despeinan.

Lo más alarmante de este informe, no son las cifras en sí, sino las conclusio-nes: la pobreza ha llegado para quedarse, ha encontrado su acomodo y, lejos de ser coyuntural, puede ser para siempre. Los pobres de antes lo son hoy más. Y las grandes víctimas: los niños. Curioso es, que los hogares en los que hay niños, son significativamente más pobres que el resto. Pero ellos no gritan, no se manifiestan, solo pasan hambre en sus casas observados por las miradas angustiadas de sus familiares.

Durante años, hemos admitido que los casos de pobreza, la de quienes buscan algo que llevarse a la boca en contenedores o duermen en la calle, eran puntuales. Pues no. De forma paralela a la pobreza estructural, existe una pobreza discreta, silente, casi invisible; la de aquellos que viven al límite, quienes sienten la soga en su cuello mientras ven, sin poder evitarlo, como lo pierden todo y conscientes de que para ellos, no habrá recuperación económica.

Desgraciadamente y, sin cederle un milímetro a la demagogia, son cada día más las personas que pasan hambre, la vivienda es hoy, por delante del em-pleo, el primer factor de exclusión y tener un trabajo ya no protege contra la pobreza.

Y para más INRI tenemos que oír a algunos afirmar que la salida de la crisis ya es un hecho; que el viento sopla con fuerza y a favor de la recuperación. Cier-to, pero desgraciadamente la recuperación económica hoy, únicamente es pa-trimonio de unos pocos. El resto no la huele o percibe una mísera miga de la torta de pan que otros se meriendan. Eso sí, a cambio de estar calladitos.

Urgen medidas a largo plazo, por supuesto, entre ellas una reforma fiscal muy distinta a la que ha aprobado el Gobierno pero también, hacen falta medidas inminentes para hoy mismo porque mañana, llegarán tarde. Y es aquí donde me cuestiono ¿por qué el Gobierno se muestra impasible ante un problema tan vital? ¿Por qué el Gobierno de nuestra ciudad se muestra indiferente a sabiendas que lideramos el ranking de pobreza en España? ¿Cuántas veces hemos escuchado a Rajoy y sus ministros hablar sobre pobreza? Bueno sí a Montoro, pero únicamente para cuestionar los datos y desacreditar a quienes confeccionan los informes.

Frente a este silencio, espero que provisional, quiero exponer una reflexión. Tal vez dentro de unos años, unos hayamos dejado la crisis atrás o, simplemente nos hayamos aclimatado a vivir la vida que nos permita esta crisis, pero un significativo contingente de ciudadanos se habrá quedado por el camino. Gobernantes de aquí y de allí, despierten. Despierten porque a sus espaldas, se está formando un ejército de nuevos marginados que un día de estos exigirán su derecho al bienestar. Espabilen y no olviden su mandato.