Sabndra López Cantero

Sócrates, ese gran pensador griego fue capaz de establecer con claridad, hace miles de años, que el problema moral es también político, porque la persona llamada a cumplir el mandato de la justicia sólo podrá hacerlo si sus acciones están apegadas a la moral, honestidad y responsabilidad.

Aunque mucha gente sostiene que a los dirigentes políticos hay que juzgarles por los resultados, creo que es imposible que haya buenos resultados si la acción política no está motivada por principios éticos. 

Últimamente se habla mucho de disciplina de partido y poco de compromiso de lo prometido. Quien se mete en política asume una responsabilidad y esta responsabilidad exige transparencia, honestidad, fraternidad y entrega. Da igual a qué siglas representes, pues a veces éstas se han convertido en el sustento profesional de un cargo, y no en el medidor de unos principios que nunca tienen que debilitarse. 

Ejemplar, pero humano. Es imposible no cometer errores, pero el perdón es una enseñanza básica en un diario rutinario de aprendizaje. Es inviable cumplir todo un programa, pero es necesario la evaluación de los objetivos conseguidos y la certeza de saber que lo que dices se hará en un plazo nunca superior a un mandato.

Sinceridad y confianza, rigor y seriedad. Conocimiento y sensatez.

No queremos un currículo brillante, buscamos una personalidad humana. No queremos un escaparate, anhelamos una verdad. No queremos un líder intocable que mande, necesitamos a un líder o una líder que atrape desde las bases, en equipo y siempre con la perspectiva de saber rodearse de los mejores, no de los seguidores. La política no es un club de fans, la política es la herramienta para transformar los problemas es soluciones.

No podemos excusar ni amparar a quien usa su cargo para conseguir lo que otros tardan con esfuerzo y sacrificio. No podemos votar a quien siempre propone lo mismo, porque nunca consigue lo dicho. No podemos confiar en quien es capaz de levantar un teléfono para echar a quien considera que le puede hacer sombra. Y no podemos mantener a quien dice que no le dejan trabajar, pero sí cobrar. ¿ Qué sentido hay afianzarse únicamente como sombra si la política es hacer? 

Y no pretendáis confundir protagonismo con democracia participativa. Un partido, unas siglas, las que sean, no tienen dueño propio porque el poder de discrepar es sin dudas el camino del progreso humano. Un progreso con lagunas, baches y trampas por culpa de quienes se creen que están por encima del bien y del mal. Un progreso manchado por culpa de un falso liderazgo que intenta mantenerse a costa de enturbiar la esencia del poder, un poder malentendido que no ha sido creado para pisar, sino para guiar. Actualmente tenemos algunos ejemplos que no harán revivir la participación en una jornada electoral marcada por la abstención. Un Partido Popular que calla a gritos la impresentable actuación de Cifuentes, una derecha sumisa y sin personalidad propia, que antepone unas siglas a la dignidad. Un partido como Ciudadanos sin señas de identidad, sin un posicionamiento claro en asuntos que saben que les pueden pasar facturas en los votos. Un Podemos que nació para atacar a la política tradicional, y al final la política tradicional le ha roto el espejo. Pablo Iglesias jamás va a consentir que alguien le modifique sus reglas del juego. Y un PSOE, un PSOE estancado en la indiferencia y en la soberbia de no aceptar que necesitamos una reflexión profunda que nos lleve a esa mayoría social que siempre hemos tenido. Nos asesinaron por dar una opinión y defender unas ideas en la dictadura, no bailemos en la cuerda de la censura al confundirla con el respeto. La lealtad se gana, no se obliga. Respetar es también decir no y estar en contra, lo otro es anulación. Y el socialismo siempre ha batallado contra ella.


Desde fuera todo se ve mejor.