Antonio Gil Mellado / Imagen de archivo
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Antonio Gil Mellado

La democracia es una herramienta fundamental para la convivencia en el respeto, el orden y la libertad; a los ciudadanos que conviven con este sistema les corresponde planificarla, cuidarla, asearla, desparasitarla, etc.

Vivir en democracia requiere hacer un gran esfuerzo; no es fácil compartir espacios desde la discrepancia. La imposición a este sistema de políticas erráticas o el pago forzoso de tributos por la vía del asentimiento de elementos que nos resultan discutibles y contradictorios, por una minoría bien organizada, por ejemplo, son incompatibles con un sistema democrático.

Posiciones extremadamente partidistas, de trazo fino, de bajo espectro son igualmente incompatibles. Tampoco necesita la democracia a ningún adalid que defienda la pureza del sistema, sabemos que, por lo general resultan `falsos`; además, el sistema sólo funciona con una amplia mayoría. Esa es su grandeza y también su debilidad.

Vivimos momentos donde lo grotesco, la falta de respeto y el reproche priman sobre lo educado y lo sutil. La bronca y las descalificaciones son el lenguaje que más se utilizan lamentablemente y que más desafección originan.

El interés particular o personal produce deslealtades, transfuguismo y la moneda de cambio son los insultos y las medias verdades. Sepamos que la democracia no funciona sola y que no genera inercia propia. Cuidado pues con la forma de hacer política.

El malestar global con la política lleva a nuestro país a estar cerca de máximos históricos de insatisfacción junto a Japón y Grecia. En los niveles más altos de insatisfacción se encuentran Reino Unido, Austria, Brasil, México y los Estados Unidos con un porcentaje de un 57,5% de insatisfacción democrática de sus ciudadanos.

Un estudio realizado por la Universidad de Cambridge sobre 154 países y 4 millones de personas desde 1995 constata que los ciudadanos se muestran en desacuerdo con la gestión de sus políticos, lo que supone una desafección de los ciudadanos o dicho de otra forma, una “recesión democrática global”. 

Este estudio señala que las causas objetivas que tienen que ver con esa insatisfacción son: la corrupción, la crisis económica, la crisis de los refugiados, etc. como ejes principales. “Magnífico estudio por cierto”. 

Ahora bien… nuestro día a día podría aportar a ese estudio mayores elementos que, aun tratándose de componentes de un interés menos “global” y posiblemente menos importante, sí forman grupos significativos de opinión y memoria colectiva, fundamentales para una buena salud democrática.