Carlos Antón Torregrosa

Pistoletazo de salida para el curso 2021/ 2022. Vuelta a las aulas. Siempre comenzamos como si fuera la primera vez, con el gusanillo en el estómago y preparándonos a afrontar todas las novedades dictadas por las circunstancias académicas que, las más de las veces, son distintas.

Los interinos vuelven a ser destinados a otros centros o repiten si la suerte les acompaña, otros compañeros esperarán a pie de teléfono cualquier sustitución y muchos de ellos, venidos de la península, se encontrarán con la búsqueda de vivienda o con la opción de compartir piso, como en la época de estudiantes.

Las directivas de los centros trabajarán de sol a sol para elaborar horarios, ubicar a alumnos, matricular a los rezagados, encajar mil asuntos para que las aulas funcionen en una sincronía propia de un Sudoku.

Terminados los exámenes de septiembre los profesores reciclamos exámenes, libros, apuntes, carpetas, materiales diversos; es la puesta a punto de cada curso.

Elegiremos grupos, cuadraremos horas, salvaremos las incompatibilidades marcadas en la sábana de los departamentos y, después de unos días, tendremos horarios provisionales que, con algunos retoques se convertirán en definitivos.

Son las candilejas de los docentes. Ahí esperan los alumnos la aventura del saber y, en cierto modo, la conquista de su libertad.

Respecto a los dos cursos académicos anteriores tendremos novedades importantes: vuelve la "normalidad": 30 alumnos, no habrán turnos salvo nueva orden de Sanidad, seguiremos con mascarillas, la biblioteca comenzará a funcionar, los recreos serán parcelados para evitar aglomeraciones... Un largo etcétera que deberemos asumir los profesores.

Otra de las novedades en la concesión de la reducción lectiva para mayores de 55 años, un derecho consolidado en muchas comunidades autónomas pero que en el territorio MEC depende de las necesidades de los centros.

Todos nos felicitamos antes de la publicación de nuestra respectiva carga horaria. Para sorpresa del colectivo docente, esa reducción se convertirá en guardias puras y duras, sin posibilidad de cambio. Es lo que toca, guardias.

Todos los que estamos en estas lides sabemos el desgaste a todos los niveles que se produce en las guardias, no hay que recordar el esfuerzo físico y psicológico que ello conlleva ejercer esta labor docente en condiciones.

Los centros necesitan apoyos en multitud de proyectos: Igualdad, bibliotecas, extraescolares, ayuda a la Dirección, ayuda Secretaría, ayuda al Departamento de Orientación, apoyos para alumnos disruptivos, preparación de materiales, coordinación de grupos de trabajo, apoyo administrativo a tutorías, promoción de concursos e ideas para dinamizar el centro, posibilidad de crear una revista, posibilidad de montar un cineclub, ayuda a la trabajadora social, echar una mano en las entradas y salidas del alumnado, apoyo a conserjería... No sé, tal vez cientos. Pero se decide asignar dos horas más de guardia con lo que suman cinco.

Ignoro qué intención metafísica hay en todo ello, nunca pongo en duda la competencia y el buen hacer de las autoridades académicas: Ministerio, Delegación, Servicio de Inspección y Dirección de los Centros; pero creo que una reducción lectiva después de treinta años de docencia, al menos debería ser consensuada, negociada y razonada con el profesorado afectado.

Yo, para el curso próximo, renuncio a ese derecho y marcho con mis alumnos a las clases de Filosofía. Como le diría nuestra Lola Flores a la conquista de ese derecho que ha venido dado este curso.. " Si me queréis, irse. ".