Think Tank Hispanic 1188

La decisión unipersonal de Sánchez de entregar España atada de pies y manos a Marruecos para ganar un poco de tiempo en su sauna monclovita, nos pilla en Ceuta, como es costumbre en los últimos 50 años, con el lugar donde la espalda pierde su casto nombre expuesto a las inclemencias meteorológicas. Según los exégetas del individuo que está destrozando nuestra patria, el giro de 180 grados en la cuestión del Sáhara es a cambio del “respeto a la integridad territorial”; se supone que se refieren a la de España en Ceuta, Melilla y Canarias, aunque esto no lo dice la carta filtrada … por Marruecos. Ciertamente hay que ser bastante estúpido, o un verdadero malnacido, para pensar que el problema se arregla reconociendo a Marruecos algo a lo que no tiene derecho para que renuncie a reclamar lo que tampoco es suyo. Es como si le dijéramos a Putin que se quede con Ucrania a cambio de que renuncie a Finlandia. Ya Churchill nos advertía que un apaciguador es alguien que alimenta un cocodrilo esperando que se coma a otro antes que a él, con el previsible final que el lector sabrá imaginar.

Frente a todo eso, en Ceuta tenemos una clase política, empresarial y sindical absolutamente impresentable, incapaz de la altura de miras necesaria para buscar algo que no sea satisfacer sus propios y bastardos intereses

Nada nos duele más que haber acertado en nuestros pronósticos en relación con los puntos que considerábamos esenciales para el futuro de Ceuta: Schengen, Unión Aduanera, REF, Comunidad Autónoma y libertad de actuación frente a las decisiones de Melilla. La presión que a partir de este momento se ejercerá para la apertura de la frontera llevará en breve a la vuelta a la situación anterior a la pandemia, sin eliminación de la excepción Schengen y sin integración en la Unión Aduanera; el REF continuará siendo un instrumento romo sin potencial de crear un sector privado fuerte, remitido a un supuesto plan estratégico elaborado por una pandilla de becarios que probablemente hubieran tenido serias dificultades para ubicar Ceuta en el mapa antes de que los contrataran; seguiremos con el estatuto de la señorita Pepis que sólo vale para que los políticos locales jueguen a ser napoleoncitos de poca monta; y Melilla seguirá siendo un lastre atado a nuestra espalda que nos impedirá buscar soluciones para ambas ciudades. El rimbombante “espacio de prosperidad compartida” será pronto un eufemismo de la soberanía compartida. En no mucho tiempo, volveremos a tener una frontera sin control que acabará colapsando Ceuta, y da miedo pensar cómo pueda evolucionar la pandemia, que dista aún mucho de estar controlada y sobre la que no tenemos la menor información de lo que pasa en Marruecos. Además, por muchos subsaharianos que salten la valla, terminan saliendo de Ceuta; en cambio, los marroquíes que entran por la frontera se quedan; si el objetivo es evitar los asaltos, a los ceutíes nos están dando gato por liebre.

Frente a todo eso, en Ceuta tenemos una clase política, empresarial y sindical absolutamente impresentable, incapaz de la altura de miras necesaria para buscar algo que no sea satisfacer sus propios y bastardos intereses. En particular, los partidos con mayor representación local están en situación de encefalograma plano: el PP, con un líder caduco, que habiendo tenido el adecuado potencial intelectual y representativo para exigir a los gobiernos de España una transformación profunda de Ceuta, se ha conformado, por su patológica cobardía, con ser un caciquillo entregado a la demagogia, el populismo y la lisonja lírica; a ello se une que la oposición interna conocida hasta el momento es un ejemplo clarividente de incapacidad política y de culpar a los demás de los tiros auto infligidos en el pie. Vox, que podría ser la alternativa ante el cada vez mayor cabreo generalizado, en manos de dos descerebrados incendiarios, a los que la situación de un partido acosado injustamente por todos los demás a nivel nacional ha convertido, para desgracia de Ceuta, en intocables por aplicación del principio “los míos, con razón o sin ella”. Y en el PSOE, un analfabeto funcional sin formación ni conocimiento, de oscuro pasado y ominoso futuro, a juego con Sánchez. De los partidillos dedicados a la “demagogia moruna”, mejor ni hablar. Menudo panorama.

¿Puede salir algo bueno de todo esto? Difícilmente. Sólo una profunda transformación en el PP local, abandonando el conformismo, la mediocridad y el clientelismo, y convirtiéndose en una verdadera plataforma reivindicativa, frente a cualquier gobierno de España, de las actuaciones necesarias para sacar a Ceuta de su marasmo, podría alumbrar algo de esperanza. Ello unido a una reacción de Vox, que sustituyera a su herrumbrosa cuadrilla dizque ceutí por personas dotadas de la inteligencia y la cintura necesarias para llegar a acuerdos programáticos, como en Castilla y León. En cualquier encuesta electoral a la que se acuda, la suma de intención de voto a PP y Vox, o de Vox y PP (tanto monta) arroja un porcentaje superior al 60% en Ceuta, lo que garantizaría una mayoría estable en la Asamblea que, muy probablemente, sería coincidente con la que podría formar el próximo Gobierno de España cuando se convoquen elecciones generales. En esa tesitura, sería posible que la suma de la demostrada capacidad de gestión de los cuadros del PP en el gobierno de España y la valentía y determinación de Vox, sea capaz de despejar nuestro futuro.

Pero esto, a día de hoy, a pesar de que la mayoría ya existe, no es más que una inalcanzable quimera. Lo que tenemos es un gobierno de España en manos de un aventurero sin escrúpulos, apoyado por comunistas, filoetarras y golpistas, que ha venido a Ceuta a vendernos el asno cojo de los beneficios de la traición, con el botafumeiro de los medios locales generosamente regados con dinero público por el PP (¡manda huevos!), y un gobierno local con un Nerón en ciernes al frente, cuyos miembros tienen menos luces que un barco pirata, apoyado en precario por el partido de Sánchez, y por tanto debidamente amordazado para evitar cualquier protesta o reclamación. Y todo, en el momento más crítico de la historia de Ceuta. ¿Qué puede salir mal?