Imagen de la reunión socialista de Zaragoza.
- El pasado lunes la prensa escrita publicaba una foto de familia de los miembros del Consejo Político Federal del PSOE, reunidos en Zaragoza.

En el centro de la imagen veíamos a Pedro Sánchez rodeado de Susana Díaz y el resto de dirigentes autonómicos de este partido. La indumentaria de los socialistas era informal. Se podían ver pantalones tejanos, jerseys, chaquetas informales, pañuelos al cuello… y todos posaban de la misma manera con la que se pueden hacer una foto con su pareja en unas vacaciones. Pero en un extremo de la foto había una persona que parecía haber sacado del armario su mejor traje y corbata y se mostraba preparado de manera pétrea para el momento: mirada directa a la cámara como si tratara de introducirse en ella, una mano cogiendo la otra para transmitir seguridad y morritos para salir lo más favorecido posible en la imagen. Era una pose que resultaba tan natural como ver a un pingüino en la selva. Era José Antonio Carracao.

Más allá de la anécdota, y aunque revele a una persona soberbia y altiva, la foto define al secretario general del PSOE de Ceuta: Un producto artificial, vacío, con forma pero sin fondo, una creación virtual que no es más que pura fachada y que –en un alto grado de coherencia con la imagen– viene acompañada de un discurso de manual, como el de un robot programado, con frases que bien podría utilizar la oposición de cualquier signo político, pero no ya en Ceuta, también en Cuenca, en Lugo, en Oslo o en Varsovia. Un vulgar producto de marketing sacado del más simple de los manuales de comunicación política.

Pero Carracao ya no engaña a nadie. Parece mentira que sin haber gobernado podamos saber ya tantas cosas de quién es el secretario general del PSOE de Ceuta. Carracao es el que llegó a la dirección de su partido con un congreso a la búlgara, tras practicar una suerte de limpieza ideológica interna por la que se echó del partido a cualquiera que pensara de manera diferente y otorgó más peso en la cita a la organización que controlaba y que dirigía poco antes, Juventudes Socialistas. Y quien hizo esto, ahora nos da lecciones de democracia y nos habla de regeneración ética y de recuperar la honestidad en las instituciones.

Carracao es el que cobra sin trabajar, al que le han regalado por la cara un sobresueldo pagado con dinero público, que compatibilizó con el de la Asamblea y que ocultó a militantes y ciudadanos. Pese a ello nos ha hablado de transparencia, de “un sistema corrupto” y nos dice que abandera la lucha por la decencia y la honestidad. Pero, ¿cómo se le llama a cobrar dinero público sin trabajar? ¿Cómo se puede estar hablando de quién paga los viajes de los parlamentarios nacionales cuando alguien recibe en su cuenta corriente el ingreso de una nómina por no haber hecho nada?

Su discurso contra el sistema y por la recuperación de las instituciones parece copiado del de Podemos, pero el secretario general del PSOE no quiere darse cuenta de que él es un gran ejemplo de “la casta” de la que habla Pablo Iglesias. El hijo de un exalcalde y exsenador que tras haber sido asesor del Grupo Socialista en la Asamblea, de la Delegación del Gobierno y del Senado –y que entre medias y ocupando el puesto de Delegación aprobó una oposiciones en el Ayuntamiento socialista de Algeciras– parece empeñado en vivir de la política.

El secretario general del PSOE es el que utilizó sin tapujos su puesto en el partido para presionar al Gobierno para que le aprobara la permuta de su plaza en Algeciras. Y para ello daba ruedas de prensa para hablar de un asunto sin contenido político, que de paso le servía para articular ese discurso victimista que tanto le gusta y que hace que se defiende de las críticas diciendo que le insultan cuando nadie le ha dedicado insulto alguno o que se lanzan campañas “brutales” contra él.

Carracao es el que ha llegado a acumular a la vez hasta tres remuneraciones: la de funcionario, la de portavoz del PSOE y la de supuesto trabajador de unas agencias de viajes/naviera, puesto cuanto menos éticamente reprobable y que nunca supimos en que consistió, ni cómo accedió a él y ni siquiera si era legal, ya que nunca mostró la necesaria compatibilidad que tenía que tener aprobada. Todo muy propio de quien se dice ser socialista y de quien llegó a dar una rueda de prensa para anunciar que abandonaba el primero de estos empleos sin que en realidad lo hiciera, y mientras ocultaba el tercero de estos sueldos.

Es también el que llega a presentar como un triunfo que el Grupo Parlamentario Socialista en el Senado le acepta el listado de promesas incumplidas por Zapatero en forma de enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado. “No era fácil” que lo aceptaran, llegó a afirmar sin vergüenza el secretario general del PSOE y tras haber anunciado días antes sus enmiendas. Entre el anuncio de la presentación y la proclamación triunfalista de la aceptación de lo que no es más que un listado de promesas incumplidas por Zapatero, Carracao pretendió escenificar ese trabajo con un viaje al Senado. Un gran ejemplo de que no es más que un artificio. El problema es que el secretario general accedió al edificio de la Cámara registrándose en la entrada y portando una pegatina de “visitante”, cuando en realidad debería haber accedido con una tarjeta de trabajador.

Su soberbia y su discurso vacío le ha llevado a autoproclamarse “el futuro presidente de Ceuta” –hasta el punto de que se refiere a Juan Vivas como “el actual presidente”– en una evidente falta de respeto a los electores. Unos ciudadanos cuya representación ya se ha arrogado y habla en nombre de todos los ceutíes diciendo que “los ciudadanos están cansados” o que tienen “sed de urnas”. Y no tiene la más mínima vergüenza en hacerlo pese a que acaba de publicarse una encuesta de 1.000 entrevistas (la del CIS para toda España tiene 2.500) en la que deja a su partido con 4-5 escaños. Aun así y a su actual representación en la Asamblea, Carracao se atreve a hablar en nombre de todos los ceutíes.

Y a esta idea debe responder la última práctica de comunicación puesta en marcha por el secretario general del PSOE consistente en enviar a los medios de comunicación desde la cuenta de correo del partido cartas al director firmadas por “un militante” o por un ciudadano que resulta ser un cargo de Juventudes Socialistas, y que sirven no ya para criticar al Gobierno, sino para lanzar glorias y alabanzas a la figura de Carracao. Y es que tan artificial como las cartas es la figura que pretende proyectar. Al menos esto sí es coherencia.

Carracao es el que se reúne con el ministro principal de Gibraltar y no cuenta nada, el que trata de vengarse de quien osa ir contra él en las primarias de su partido…

Y ahora el ganador de un congreso a la búlgara, el que cobra sin trabajar, el que oculta su salario público, el que acumula tres remuneraciones, el que usa su puesto en beneficio personal, el que escribe artículos loando su propia figura, el que se crea argumentos que no existen, el que se autodenominada presidente, el que se venga de quien lo discute es el que quiere traernos la democracia, la transparencia, la dignidad y la honestidad y habla en nombre de todos los ceutíes. Pero que no se moleste, porque todos sabemos ya que en realidad Carracao es el de la foto de Zaragoza.