Juan Redondo

A casi nadie con algo de vista se le escapa ya, que todo este asunto de la frontera es a estas alturas puro esperpento. Y es que lo que no se puede permitir es que toda una ciudad se encuentre sometida a los avatares de una cuestión fronteriza que no es más que el resultado de una maniobra premeditada por parte de Marruecos para llevar a Ceuta al colapso.

Esto es así, y quien diga lo contrario o está ciego o interesado en mentir, y lo peor de todo es que lo único certero es que nuestros responsables políticos no tienen ni idea de cómo ponerle solución y si la tienen, desde luego que no están por la labor de asumir el precio político que supondría aplicar algunos de los remedios. Aún así cualquier intento por darle alguna salida viable al desastre fronterizo siempre ha sido cosa de dos y desde el principio ha existido uno de ellos que ha carecido del deseo por aportar soluciones reales.

Ese es el caso de las autoridades marroquíes, quienes nunca han tenido intención de arreglar absolutamente nada, sino más bien todo lo contrario. Para ellos parece que todo esto es un juego en el que prima el paripé de cara a la galería, y cuando ya ocurre algo que desborda sus previsiones, como por ejemplo el fallecimiento de dos porteadoras en su lado de la frontera, aparece uno de sus ministros para hacerse la foto y dar la sensación de que realmente les importa algo de lo que está ocurriendo.

Nada más alejado de la realidad sobre todo cuando se aprecia sin ningún lugar a dudas, el trasvase poblacional descomunal que se viene asentando en las poblaciones colindantes con las ciudades de Ceuta y Melilla, en la idea de beneficiarse de los acuerdos de tránsito sin visado que España mantiene con Marruecos para los residentes en esas zonas, un hecho que habría sido imposible sin la premeditación y consentimiento de las autoridades marroquíes.

Por nuestra parte llevamos mucho tiempo insistiendo en la cuestión y en no pocos de mis escritos he apuntado a la única de las soluciones posibles, el resto no son más que paños calientes que sólo vendrán a poner de manifiesto más aún si cabe, todo lo que acabo de exponer. El cierre de los polígonos y el fin del comercio basado en el porteo, es la única solución al problema que ahora padecemos en la frontera y que ha puesto a toda una ciudad contra las cuerdas.

Somos conscientes que no es tarea fácil y que tampoco se puede hacer a las bravas, pero hay que comenzar a diseñar ese proceso y empezar a implementarlo de forma gradual, estableciendo fases. En primer lugar clausurando aquellas zonas más próximas al perímetro fronterizo y extendiendo ese cierre gradual hacia los otros polígonos colindantes. Todo ello pasaría por buscar soluciones alternativas a aquellas empresas y propietarios que cuentan con toda su documentación en regla y están al día de sus obligaciones tributarias, proveyéndose ubicaciones alternativas en las que establecer zonas logísticas modernas, cómo la que hoy encontramos en la explanada portuaria de la puntilla, la cual se podría hacer extensible a los terrenos contiguos ganados al mar justo detrás del muelle de poniente, hoy convertido en un nido de maleantes que también hay que decirlo. Todo ello poniendo en activo nuevas infraestructuras como la del vial que cruza por el puente de “el quemadero”, la cual permitiría unos accesos a la frontera fluidos y despejados.

Podríamos pensar que esto que digo, se les habrá ocurrido también a quienes ostentan el poder político, la cuestión de ser así, estaría entonces en conocer el porqué de no llevar todo eso a cabo, y ver qué tipo de espurios intereses impiden a que se arbitren soluciones de este tipo. Ahí reside gran parte de la cuestión, el saber si en este asunto deben primar los intereses de unos pocos o los del conjunto de la ciudadanía. Hablar de si Aduana sí o no mientras no se haya puesto fin al problema que generan los actuales polígonos, es solo un brindis al sol, que solo busca “marear la perdiz” en beneficio de aquellos que se están aprovechando del actual desastre fronterizo.