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Xavier Ferrer Gallardo

“No hagáis caso a los que hoy os hablan de complejas teorías geopolíticas. No hagáis caso a los que ahora os hablan de geopolítica, de Estados Unidos, del Sahara, de la Unión Europea… Nuestro futuro está en nuestras manos. España tiene el deber y la capacidad de defender su frontera. España debe militarizar la frontera”. La frase es de Santiago Abascal, líder de Vox, y la articuló ante el gentío que le aclamaba durante un mitin improvisado en la Plaza de África, en Ceuta, el 19 de mayo de 2021. Era el día después de que se produjera una inusitada entrada irregular de más de 8.000 personas, a través de la frontera con Marruecos. Raudo y veloz, Abascal se desplazó a Ceuta para desplegar sobre el terreno su discurso (menos inmigración y más muros fronterizos de hormigón), y para defender la necesidad de devolver “en caliente, en frío o en templado” a quienes cruzaran irregularmente las fronteras de España. Las alusiones al trasfondo geopolítico del porqué de la entrada irregular desde Marruecos estorbaban a Abascal. Desmontaban su relato acerca de lo sucedido en Ceuta y desbarajustaban la aproximación habitual sobre la “invasión migratoria” utilizada por la ultraderecha xenófoba -cuya garantía de éxito electoral estriba, precisamente, en la destrucción de los matices y en una simplificación binaria (ellos/nosotros) de las dinámicas migratorias e identitarias. 

Sin embargo, resulta evidente que fijarse en el trasfondo geopolítico -en las rivalidades de poder o influencia sobre el territorio, por utilizar una definición clásica es justamente lo que nos ayuda a entender los motivos de la entrada irregular en Ceuta de 8.000 personas en un solo día. En este caso, claro está, el territorio en cuestión (la influencia sobre el cual es objeto de disputa) no es otro que el Sahara Occidental, sin menoscabo de que la onda expansiva del conflicto trascienda los confines de la antigua colonia española. Así las cosas, si me lo permiten, y aunque resulte algo obvio para quien pueda leer esta reseña, no está de más reiterar que para entender mejor la esencia de aprietos fronterizos como el ocurrido en Ceuta en mayo de 2021, lo que convendría hacer es precisamente lo contrario de lo que recomendaba Abascal a su legión de votantes potenciales. Es decir, convendría tomarse un tiempo para atender a quienes nos hablan de controversias fronterizas desde el conocimiento fundamentado de la “teoría geopolítica”. 

Pues bien, el libro que nos ocupa, “Border Wars. The conflicts that will define our future”, es una clara invitación a ello. Escrito por Klaus Dodds, profesor de geopolítica de la Universidad Royal Holloway de Londres, el texto es algo así como un manual de instrucciones para viajar al futuro de los conflictos geopolíticos y para empezar a vislumbrar un conjunto de nuevas guerras fronterizas cuyas bases se están gestando en la actualidad.  Es, en otras palabras, algo así como una guía para interpretar las luchas de poder sobre el territorio que van a condicionar las relaciones internacionales en los años venideros. Uno de los mensajes centrales del libro y que conviene tener en cuenta es este: en la actualidad, y de la mano del desarrollo tecnológico, el espacio para la disputa potencial se está ensanchando a gran velocidad. En consecuencia, en el futuro cercano las controversias fronterizas podrán desencadenarse en un abanico de puntos cada vez más amplio: desde en las cada vez menos insondables profundidades de las aguas internacionales ricas en minerales, hasta en el espacio ultraterrestre -también fuente potencial de apetitosos recursos estratégicos-, pasando por las zonas del planeta más contundentemente azotadas por el cambio climático (glaciares derretidos, polos en deshielo, regiones inundadas debido al aumento del nivel del mar, etc.). 

Redactado con un estilo a caballo entre el manuscrito académico y el texto divulgativo, el libro cubre un amplio espectro de cuestiones concernientes a los nuevos retos de gestión (y fricción) que plantean las líneas de delimitación espacial trazadas sobre mapas: fronteras no reconocidas; fronteras glaciares que se desdibujan a ritmos antropocénicos; tierras de nadie deseadas por muchos; fronteras inteligentes ávidas de datos biométricos; gestión fronteriza en contextos pandémicos; etc. El capítulo que aborda las dinámicas fronterizas en el espacio ultraterrestre resulta particularmente interesante. 

El libro nos ayuda a recordar hasta qué punto, incluso en la Luna, resulta harto complicado desprenderse de la trampa territorial del Estado-Nación. Es cierto que antes del alunizaje de Neil Armstrong en 1969, los Estados Unidos y la Unión Soviética habían acordado la prohibición de apropiarse de los cuerpos celestes. Efectivamente, el pequeño-gran paso de Armstrong fue realizado en nombre de la humanidad y no en nombre de su país. Sin embargo, seguro que ustedes también recuerdan la icónica imagen de la bandera americana plantada en la Luna. En cualquier caso, el compromiso de no apropiación (de prohibición de reivindicaciones de soberanía) había quedado reflejado en el Tratado del Espacio de 1967 -cuyo largo pero clarificador nombre completo es “Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes sobre el espacio ultraterrestre”. Debido al contenido de dicho tratado, el estandarte de barras y estrellas clavado en la luna no equivale a un título de propiedad para Washington. 

Según el artículo II del Tratado “el espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera”. Pero como ironiza Dodds, todo era más fácil a finales de los 60, cuando se redactó el tratado y la tecnología era mucho más rudimentaria. Hoy, en plena nueva carrera por la superioridad armamentística en el espacio -y con una rivalidad por el control de los recursos ultraterrestres al alza y con muchos más actores (también privados) en juego-, habrá que ver hasta dónde aguantan las costuras de lo acordado hace seis décadas. La tecnología actual facilita enormemente el acceso y la explotación de recursos mineros situados en cuerpos celestes como la Luna. Y, en este contexto, renunciar a la apropiación (o a la explotación de dichos recursos) representa un ejercicio de contención geopolítica de gran calado. Y la tentación para reinterpretar lo acordado en el pasado es mayúscula. Con independencia de lo que vaya a suceder en aquellos puntos del planeta sobre los que planea la sombra del conflicto fronterizo (Ártico, Antártida, fondos marinos de aguas internacionales, etc.), no debería extrañarnos si alguna de las controversias fronterizas del futuro cercano se libra más allá de los confines de la tierra. El libro de Klaus Dodds ayuda a ponernos en situación.