- La desgracia se vuelve a cebar con la desesperación en el Mediterráneo, nuevo naufragio frente a las costas de Libia con un balance definitivo de pérdidas humanas por concretar.

Hombres, mujeres y niños, todos en busca de un sueño engañados por mafias que hacen “su macabro agosto” a precio de vida humana.

El Consejo Europeo de jefes de Estado el pasado junio en Bruselas sigue siendo papel mojado, pues solo afrontó de manera tangencial el verdadero problema, refiriéndose simplemente a la distribución de cuotas de inmigrantes y refugiados entre los distintos países miembros, sin afrontar cuestiones relativas a los países de procedencia, y sobre todo, la lucha contra las mafias que trafican con los inmigrantes, donde podrían ponerse en marcha operativos como el que se lleva a cabo contra la piratería en costas del África subsahariana.

Pensar que un diálogo multinivel con los estados de origen puede conllevar una solución es una expectativa desacertada mientras los medios sean escasos y los ahogados vayan “in crescendo”. La Agencia Europea de Fronteras Exteriores clama al cielo, pues justo un día antes del desafortunado suceso que nos trae a esta columna en prensa, había solicitado ayuda a la Unión Europea, desbordada por la mayor presión migratoria que sufren las costas del Mediterráneo en fechas estivales, y los pocos medios efectivos para afrontar los rescates en alta mar, entre otras consideraciones. Es tal el desasosiego que incluso FRONTEX de “motu proprio” ha contratado personal externo para hacer frente a las mareas, tanto las de alta mar, como la de seres humanos que huyen de la pobreza hasta tal punto de poner precio a su vida.

Cabe reflexionar asimismo sobre que está sucediendo con la política europea de vecindad para con los países vecinos de la cuenca sur del Mediterráneo. ¿Se están activando los mecanismos necesarios para que éstas ayudas lleguen al ciudadano de a pie?; ¿hace falta rediseñar todo el espectro de esta política, enfocándola definitivamente a medidas sociales efectivas y eficientes?

Lo que es evidente es que no se pueden permitir más muertes en el Mediterráneo. Cabe agradecer asimismo la colaboración desinteresada de organizaciones internacionales como la de Médicos Sin Fronteras, sin cuya ayuda seguramente el número de muertes habría sido mucho mayor.

La política para con la presión migratoria no se puede ceñir a sentarse en torno a una mesa y decir que hace falta una política migratoria común, pues cabe potenciar los medios operativos de una vez, con partidas contundentes si es necesario, sin que las palabras de la clase política queden retratadas cada vez que una nueva desgracia ocurre en el mar Mediterráneo, pues es la imagen de toda una institución supranacional como la Unión Europea la que queda en entredicho.

Las cifras hablan por sí solas, según las previsiones de Gil Arias, responsable de las oficinas de FRONTEX en Varsovia, se estima en torno a doscientos mil los inmigrantes que serán rescatados este verano en aguas del Mediterráneo, y la pregunta es: ¿cuántas muertes más tendremos que contabilizar? De momento la cifra total es espeluznante, pues entre en un plazo de 15 años (2000-2014) ya se superan las 28000 muertes. Mar antiguo, mar desolado.

* Experto en derecho europeo y especialista en derecho marítimo. Presidente de ADESC (Agencia para el Desarrollo Económico y Social de Ceuta. Miembro de la Fundación Anna Lindh para el Diálogo entre Culturas).