Javier Ángel Díaz Nieto

¡Había una vez…un circo… lleno de alegría e ilusión! Y en él… estaba el jefe de pista, vestido convenientemente y como siempre para la ceremonia, anunciando los diferentes espectáculos que todos debíamos ver y disfrutar. Su posición era superior a la pista del espectáculo. Ocupaba un estrado desde donde se regodeaba dirigiendo y ordenando los tiempos y cambios de sus estudiados caprichos sobre la sucesión de los eventos, anteriormente planificados por él, que debían divertir al público expectante. Era sin duda un día de alborozo y festejos, que siempre se anuncian con la instalación de los circos en las ciudades.

Este era también, y como siempre, un día normal, aunque hacia poco que un grupo de alborotadores habían invadido la ciudad donde se había instado la carpa alterando el normal y pacifico funcionamiento de la vida social de sus moradores…Pero…al jefe de pista le daba igual…era su espectáculo el único importante y nada ni nadie le iba a separar de su programa carnavalesco. Y así, seguía el guion anteriormente diseñado por su mano del espectáculo sin alteración alguna. ¡Todo bajo control! La alteración ciudadana quedaba ya olvidada en su pequeño guion circense.

Mas fue entones, no antes ni después, y oigan…aunque no se lo crean…en pleno espectáculo, cuando los clowns que participan salían, como todos sabemos de un cochecito pequeño en el que se amontonan cinco, diez, veinte e incluso veinticinco, saliendo todos en fila sucesivamente cada uno con su instrumento musical tocándolo desafinadamente, que fue entonces, ni antes ni después, que uno de ellos, sin ton ni son se sale del guion diseñado y saliendo por otro lado tocó una música totalmente distinta. Y mientras los demás seguían con sus desafinados instrumentos rompiendo los oídos de los espectadores, este terror de libertino rompiendo el espectáculo, grito claro y alto… ¡Y no vamos a hablar de los que sin entrada entran en nuestro circo!

Y en ese techo iluminado para operas bufas, estallo entonces y… el cielo, el estrado del jefe de pista, el de todos los demás clowns, el reloj, el diseñado guion, la carpa que les cobijaba amablemente… y hasta el tranquilo cielo se perturbo. ¡Tranquilos…! Clamaba el jefe de pista...perdiendo su papel de histrión en el circo. ¡Que aquí no ha pasado nada…! ¡A ver, si nos vamos a cargar todo el espectáculo por culpa de un artista…!. ¡Que el que dirige todo soy yo… el jefe de pista!! ¡Que se calle y retire lo que ha dicho el artista…!mas…y muchas cosas más que se dicen cuando en estos casos, algo o alguien se salta el diseñado guion del jefe de pista.

Alteración, voces graves, gritos, profunda desesperación, palidez, miedo…y mucho más se extendió entre los espectadores y los artistas. ES decir…para hacerlo breve… ¡Todo…quisqui! Nadie ponía orden…hasta el jefe de pisa salió de su estrado intentando, no sé si para huir o apaciguar el cotarro. ¡Niñato, sinvergüenza…y hasta… oigan que esto es cierto, se escuchó llamar facha al disidente! Ni en los cuentos de Calleja se había leído un altercado igual. Al final, y de cualquier manera se acabó el espectáculo y cada uno a su casa… ¡Nada pasa que sorprenda al cielo que desde siempre, lo ve todo!

Y así termino todo. Noticias a nivel nacional y casi…casi a nivel internacional, pero en el circo todo volverá a la normalidad el jefe de pista volverá a dictar el guion y luego dirigirlo a su antojo. ¡Aquí no ha pasado nada…! ¡Y colorín colorado el circo se ha acabado…hasta otra sesión de nuestro divertido circo! Cada día más entretenido, porque cualquier cosa que planteemos o esperemos nunca será igual. Yo estoy ansioso de volver a ver el próximo espectáculo, que seguro que no nos defraudara.