Sandra López Cantero

Iba a dedicar este espacio, de nuevo, a Cataluña. Iba decir que me duele el hecho de que hayamos llegado hasta aquí o hayan hecho que lleguemos a una situación insostenible y de vergüenza para la política. Iba a decir que no me gusta ver a un Gobierno en la cárcel, aunque soy consciente de que había que devolver el orden constitucional. Iba a decir que respeto la justicia y valoro la sentencia de la Jueza.

Iba a decir que yo sí considero que hay división de poderes públicos y que Puigdemont y sus Consejeros han dinamitado el estado de derecho, que tanto nos ha costado conseguir y al que hay que defender, aunque no esté contenta.

Iba a decir que estaba cansada de los que hablan de presos políticos, cuando luego siguen defendiendo o haciendo alianzas con políticos imputados por corrupción, como es el caso de Ceuta. Iba a decir que sigo sin comprender cómo pueden jugar a hacer creer que en España se detienen a personas por unas ideas y no por infracción del Código Penal.

Iba a decir que me duele la incertidumbre que genera toda esta situación y el sentimiento de vacío que puede tener Cataluña, sobre todo su gente, sea cual sea su ideología, porque los independentistas son los primeros decepcionados.

Pero por un momento cerré los ojos y decidí hablar de lo que nadie ve, aunque sea una de las cosas más grandes y hermosas que existe.

Ayer volví a ver, como cada año, la exposición de cuadros del PROY. Ayer volví a emocionarme al saber que no existen limitaciones ni barreras, para quienes tienen arte, ilusión, valentía, y coraje.

Es increíble observar a niños y a niñas con Parálisis Cerebral pintando cuadros o haciendo fotografías.

Y mientras se me caían las lagrimas al ver lo felices que eran enseñando sus cuadros, me acordaba de las trabas de la Administración, de la incomprensión de cierta parte de la sociedad, de la falta de empatía de quienes tienen que dar los recursos y hacer la legislación, de quienes han cogido la rutina de seguir segregando y queriendo que las aulas sean aulas de competencias y no aulas de valores y socialización.

En definitiva, sentí pena de un mundo de exigencias y no de sueños hechos realidad, donde las diferencias eran nubes de colores que podían deshacerse con solo una pincelada de objetividad, justicia e igualdad.

A veces, los niños y las niñas dan autenticas lecciones al poder.

A veces, los niños y las niñas tienen la solución.

¿Por qué? Porque la sencillez es más efectiva que la dilatación.

Y ahora si quieres seguimos hablando de Cataluña.