Juan Vivas y Javier Guerrero
Juan Vivas y Javier Guerrero
Javier Ángel Diez Nieto

En la pálida luz de sus agonizantes deseos /

algunos buscan, con turbada ingenuidad/

mil sueños de gratas y ardientes caricias/

de dioses que, jamás cumplen sus anhelos 

(Asterión)

Cuenta Esopo en una de sus fabulas que un trompetero que animaba con su trompeta a los soldados para ir a la guerra fue hecho prisionero y que al alegar en su defensa que él no batallaba, fue condenado por animar a la guerra. ¡Bien…! Hasta aquí la fábula de aquellos que son más dignos del castigo, ya que animan a que los hechos los hagan otros. Algunos se preguntarán el ¿Por qué?, de esta fábula. Pues bueno porque con ella me he acordado de un cuento que nunca sucedió, ni seguramente sucederá.

Y esto es que… “Había una vez un…” bueno, era simplemente…” Había un presidente de ciudad” que dijo públicamente en los medios de comunicación…” ¡Me presento otra vez, a la presidencia del Partido en su próximo congreso! Pero es que también todos los ciudadanos oyeron y vieron, como también públicamente había dicho que no volvería a presentarse otra vez a la presidencia de la ciudad en la próxima elección autonómica. Luego… ¿Dónde estaría la trampa o el engaño en estas dos declaraciones? ¡Porque no nos engañemos en la una o en la otra declaración, debía haber manifiesta falsedad!

Consecuentemente, los ciudadanos analizaron el… ¿Por qué? De este cambio de parecer… ¿Si es que de verdad había cambiado o no? Cosa que tampoco sabrían nunca. Porque el presidente de este cuento, era lo suficientemente ladino y experimentado para decir una cosa, pensar otra y al final, hacer otra muy distinta de las dos anteriores. Es decir que, con él, nadie estaba seguro de nada. Esto último, era fácilmente constatable después de más de una década haciendo lo mismo. Y…por ello, los ciudadanos… ¡Ya estaban acostumbrados a sus estrategias de trilero! Pero entonces… ¿Dónde estaría la trampa?... Porque, por una parte, afirmaba marcharse de la ciudad y en cambio luchaba por mantener el poder del partido que lo había encumbrado… ¡Que manifiesta contradicción! 

Fue necesario llegar a la fórmula del… ¿Cui prodest? (¿A quién aprovecha?), ya que algo más debía haber en todo ello. De esta manera, los ciudadanos reflexionaron y llegaron a la conclusión de que, ante los nuevos acontecimientos, había algo que le preocupaba…no a él… sino a sus trompeteros próximos y largamente beneficiados. Y no se equivocaban, ya que la servidumbre funciona siempre en las dos direcciones: “Del siervo al amo y a su vez, del amo al necesario siervo”. Ya que un amo sin siervo no pinta nada y un siervo sin amo, tampoco. Y así, ese clientelismo político, bien pagado y subvencionado, precisaban y exigían su presencia para mantenerse en sus magníficas e inmerecidas prebendas. Porque, bueno… ya sabemos que no se conoce otra cosa que contente más que la barriga, siempre prisionera del olor de su cocina.

Pero… ¿Cuál habría sido el motivo de tanto revuelo entre sus allegados, que pudieran haberle obligado a esta decisión, en principio… no querida por él? Pues solo cabía pensar, que había sido el anuncio de que otro no dependiente de ellos, y… ¡Además con posibilidades!, se presentaba al congreso como futuro presidente. Posibilidad está, que había asustado a todos sus trompeteros, que se veían en un futuro, exilados de los placeres de su servidumbre. Y de esta manera, obligaban a su actual benefactor a mantenerse en la presidencia 

Desde entonces, este tremendo el mensaje se oyó en todos los rincones de la ciudad. Trompeteros, que harían mucho ruido intentando desprestigiar y anular cualquier competencia al creado, ungido y mantenido por ellos. Porque, todos sabían, que el presidente del partido manejaba la potestad de designar la cerrada lista de los candidatos a las elecciones autonómicas. ¡Y en ella, a lo mejor el aspirante a la presidencia, no les incluía! Aunque también es cierto… ¡ojo al dato!, que no todos los trompeteros, que animaban a la batalla, serían beneficiados al final por su trabajo. Pero, cada uno de ellos, en su ingenuidad pensaba…, ¡Que solo serían apartados los otros…, nunca ellos!

Aquí entre los trompeteros, estaban todos, no solo los numerosos mamertinos que le rodeaban interesadamente luchando por su supervivencia, sino también a otros que se apuntaban gozosos, ante la expectativa de que, con ello, mejorarían sus vidas. Es posible también, que algún que otro medio de comunicación apoyaría dicha candidatura, bien públicamente o bien silenciando cualquier crítica. ¡Ah…y también se contaba con los imprescindibles e inefables, traidores! Si…esos que, como levadura, aumentan siempre el volumen del posible candidato para luego pincharlo, dejándolo hundirse ante la mirada de todos. A los escatológicos comentaristas anónimos, estos trompeteros apenas los mencionaban, dejándolos que siguiesen libremente con las sentinas de sus mentes abiertas, ya que a fin de cuentas les salían gratis. 

Dinero, prebendas, cargos, subvenciones, expectativas…serían los móviles altruistas que todos estos trompeteros manifestarían en dicha batalla por la presidencia. Batalla, con la que procurarían debilitar, por cualquier medio, a cualquier oponente que se presentase a su señor. ¡Con su pan no se jugaba!, era su máxima, mientras que ¡Apretad…apretad! era el susurro quedo que oirían de su sometido señor. Con ello, el desorden, la traición y el caos estaba servido para alcanzar sus objetivos. 

Porque, no nos engañemos…este presidente del cuento, vicario y servil de sus trompeteros, estaba en el fondo esclavizado por ellos. Los demás solo podían confiar en que el sonido de esas trompetas, ya conocidas históricamente, nunca superarían el lógico progreso de los partidos. Por ello, la única seguridad, que podía mantenerlos alejados de esta tamaña estupidez, es que estos trompeteros no manejaban las trompetas de Jericó, capaces de demoler murallas, sino que eran únicamente simples silbatos de una torpe política actual y de la estupidez personal de algunos iluminados en periodo de extinción. Pero que, como en la fábula de Esopo, por mucho que solo animen a la batalla, serán señalados por ello.

Y aquí se acaba este imaginado cuento, de algo que jamás pasó ni pasará. Solo los mal intencionados, si el cuento pasara, le darían una posibilidad de realidad.